Pregunta para Asamblea de Madrid
La Sanidad Pública no está a la altura para tratar a las mujeres que queremos quedarnos embarazadas y sufrimos complicaciones. ¿Cuándo van a acabar con la violencia ginecológica y obstétrica que sufrimos las mujeres durante la FIV por la Seguridad Social?
Hola, soy Ana y escribo este post en Osoigo para dar visibilidad a la frialdad e incluso crueldad que sufrimos las mujeres que nos sometemos a los procesos de Fecundación In Vitro (FIV) por la Seguridad Social. Llevo mucho tiempo intentando ser madre y justo cuando iba a tirar la toalla, cuando ni los médicos me daban ninguna esperanza, conseguí quedarme embarazada, que es mi estado actual.
A los 12 años empecé un largo periplo de médicos e intervenciones quirúrgicas porque tenía una malformación congénita de doble útero y un solo riñón. Fue entonces cuando me alertaron de que probablemente no iba a poder tener hijos. No obstante, cuando me casé, en 2015, decidimos mi marido y yo intentarlo. Como no lo conseguimos durante el primer año, me empezaron a hacer pruebas me diagnosticaron endometriosis durante una visita a Urgencias (¡Con 34 años!) y automáticamente me derivaron a la Unidad de Reproducción Asistida, donde optaron por una FIV dados mis antecedentes.
Tanto mi marido como yo nos dejábamos llevar por los médicos, confiábamos plenamente en ellos, ya que son los profesionales en el tema. A pesar de asistir a un primer taller informativo, no nos gustaba el hecho de que no nos informaran más acerca de todo el proceso, expectativas en mi caso concreto, pruebas, etc., ni siquiera de todas las opciones que teníamos para intentar conseguir nuestro objetivo: ser padres.
Me sometí a dos ciclos, con sus correspondientes estimulaciones ováricas y 8 transferencias de embriones únicos, sin embargo, todas las betas salían negativas. A mí me sorprendía que no me hubieran hecho ninguna prueba antes para examinar mi caso y proceder de una manera más eficaz. Así que me planté y exigí alguna prueba, que consistió en una histeroscopia que me dolió tanto que no pude completar del todo. Ahí descubrieron que un útero era mejor que el otro y, al transferir el siguiente embrión ahí conseguimos el embarazo. Podrían haberme ofrecido sedación o explicarme qué pasa si no se completa bien pero no, en la seguridad social las cosas no funcionan así, no hay ni tiempo, ni recursos, ni profesionales suficientes para cubrir todos los casos.
En mi caso, ahora sé que hay pruebas que eran básicas, como ya he mencionado antes por mis antecedentes, sin embargo nunca me las mencionaron ni me dijeron “mira Ana, lo mejor es que busques un privado” o algo que me pudiera ayudar de verdad. Nadie se apiadó de mí.
Con esto quiero dejar claro que si se hubieran hecho bien las pruebas desde el primer momento, se me habría ahorrado mucho sufrimiento, tanto a nivel emocional como físico, porque tomamos muchísima medicación. Por desgracia, cuando fui a hacerme la primera ecografía, me dijeron que el saco gestacional estaba vacío y que era un aborto. A partir de ahí, la única información que me dieron, con 0 tacto, fue que me tomara una pastilla y que fuera a otro sitio para que me provocaran las contracciones y abortar.
Me dirigí hacia donde me dijeron con otras dos mujeres que estaban en la misma situación que yo y cuando llegamos nos atendió un celador que se tiró todo el rato gastando bromas poco apropiadas. Para colmo, nos sentaron en la misma sala con mujeres que estaban dando a luz o a punto de hacerlo, cosa que nos derrumbó a todos por completo – era desgarrador escuchar los corazones de los bebés a punto de nacer cuando tú tenías que expulsar tu saco vacío. Acto seguido, me dieron una pastilla (todavía recuerdo cómo me temblaba la mano antes de tomarla) y, ya en la siguiente consulta para ponerme los óvulos para expulsar el saco. Esta ha sido una de las pocas veces en las que me han atendido con empatía y con mucho cariño, gracias al médico y a la enfermera que se encargaron de esta desagradable parte final.
Con todo el disgusto se me olvidó la cita que tenía pasados unos días para comprobar si lo había expulsado todo y el útero estaba limpio. Cuando fui, un poco más tarde, me indicaron que ya no había hueco, que no me podían atender y que fuera a urgencias. En urgencias estaban desbordados, como siempre, pero me miraron y confirmaron que todo estaba bien. Están tan desbordados que casi no te pueden hacer caso, ni mucho menos ponerse en tu lugar ni empatizar.
Mi marido y yo decidimos andar un paso hacia atrás, no estábamos dispuestos a más sufrimiento y nuestra salud y nuestra dignidad iba por delante de todo. Recuerdo el médico que me hacía las transferencias de embriones como si fuera un carnicero. Tenía cero tacto y causaba mucho, pero que mucho dolor. Todo por no leerse el historial, aunque fuera brevemente, y leer las indicaciones de la histeroscopia que me practicaron. Nos trataba a las mujeres como en una fábrica, a las que atendía una tras otra de la misma manera sin importar la situación personal y física de cada una. Puse una reclamación y volvería a poner más. De hecho, hago un llamamiento para que las mujeres no nos quedemos calladas ante estas situaciones y las denunciemos.
Fue entonces, cuando descubrí a la doctora Juana Crespo, que tenía muy buenas valoraciones en casos de alta complejidad como el mío, así que decidimos probar por la vía privada. En la primera consulta, me hicieron un diagnóstico que en mis 37 años no me habían hecho. Me hicieron una prueba de transferencia para ver cómo me la tenían que hacer para que hubiera más posibilidades y evitar improvisaciones como en la Seguridad Social. Fue un trato totalmente distinto. Empecé con ella un ciclo de estimulación ovárica que, finalmente, no resultó en embarazo.
Nos acordamos de que todavía teníamos un embrión en la Seguridad Social y decidimos hacer el traspaso de este a la vía privada. No estaba dispuesta a sufrir otra carnicería. Efectivamente, seguí otro proceso de transferencia y esta vez la beta fue positiva. Ahora mismo estoy embarazada y feliz, aunque el miedo siempre me acompaña, pero la ilusión también.
Reclamo a las instituciones que acaben con esta violencia ginecológica y obstétrica que sufrimos las mujeres en la Seguridad Social. La Sanidad Pública no dispone de recursos suficientes para que haya más profesionales y que éstos dispongan de más tiempo para practicar la empatía, por lo que las mujeres que tenemos casos complicados nos sentimos totalmente marginadas y maltratadas. Yo he tenido la suerte de poder pagar el ciclo por la vía privada, en cambio, otras mujeres están condenadas a seguir sufriendo el proceso de FIV a ciegas por la seguridad social.