Me llamo Ana, tengo 50 años y trabajo con personas en riesgo de exclusión social. Cuando eran muy joven, tuve una depresión; era muy introvertida, alegre y me encantaba bromear, pero tenía cierto problema con el aprendizaje, me costaba más que a los demás y eso me ocasionaba una frustración interna, desembocado en una baja autoestima. Tampoco tengo muchas habilidades sociales y me cuesta controlar mis impulsos y gestionarlas emociones.

A día de hoy, aún no tengo un diagnóstico; hay épocas del año en las que me dan fuertes crisis de ansiedad en las que me cuesta no dejar que mis pensamientos me dominen y dominarlos yo a ellos. Tengo que programar cada día, establecerme una rutina para poder gestionarme mejor; la cabeza a veces te juega malas pasadas; vivo en un proceso constante de aprender a gestionar la frustración, mi baja autoestima o momentos de infelicidad. Me esfuerzo mucho por tratar de comprenderme.

La atención sanitaria pública que recibo es pésima, somos muchos pacientes y los turnos de espera son desesperantes; he visto casos de gente mucho peor que yo y tener que esperar largas listas de espera para ser atendidos. La salud mental parece la eterna olvidada. Una vez que consigues cita, la atención deja bastante que desear; entiendo que hay pocos recursos, pero es como si quisieran quitarte de en medio y pasar a otro paciente cuanto antes; te recetan medicación y fuera. El psiquiatra debe ser una persona que te ayude a gestionar todo eso que sientes y a salir del pozo en el que te encuentras atrapado; la medicación es solo un parche, una tirita que puede funcionar en un momento determinado, nada más.

Necesitamos visibilidad, ayudas económicas para que las personas con algún trastorno de este tipo podamos recibir la atención que requerimos. Si tienes dinero puedes acudir a centros privados, pero si no tienes recursos económicos, tienes que limitarte a esto. No es justo que recibir atención médica regular y de calidad dependa del dinero, todos tenemos los mismos derechos. Cada día hay más casos de gente con algún problema de salud mental y está en nuestras manos ayudarlos. Debería tratarse la salud mental desde los colegios, para que, desde siempre, seamos conscientes de lo importante que es y las consecuencias que puede tener que ésta falle.