Pregunta para Asamblea de Madrid

¿Qué medidas se están tomando frente a la violencia obstétrica?

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Ana Olivar Pregunta de Ana Olivar

Me llamo Ana (nombre ficticio), hace unas semanas di a luz a mi segundo hijo. Lo que debió ser uno de los mejores momentos de mi vida se tornó en un mal recuerdo por culpa de la violencia obstétrica. Tuve que escuchar frases como “¿Vas a estar así gritando todo el rato?”, “¿así vas a recibir a tú hijo, a gritos?”, “¿por qué pones esas malas caras, no te puede estar doliendo esto?”.

Creo que es importante que las mujeres sepamos identificar todas las actitudes o prácticas de los sanitarios que suponen violencia para poder elegir, que no queramos que nos realicen o, como me pasó a mí, si la situación no te permite mantener el control y frenarla en el mismo momento, poder denunciar a posteriori.

En el parto de mi primera hija sufrí también este tipo de violencia. En las revisiones que tuve con la matrona del hospital durante el embarazo les conté cómo fue ese parto y los miedos que tenía de cara a este segundo parto. La matrona me comentó que cada vez los profesionales estaban más concienciados y formados y trataban el parto con mucho más respeto para la madre y el bebé. Por desgracia, he tenido que comprobar que la cosa no ha cambiado desde aquel primer parto, por lo que sigo el consejo que esa matrona me dio: “Eso se tiene que reflejar para no dejar que estas cosas pasen, hay que denunciarlas y trabajar porque haya mucho más respeto en las intervenciones”.

Mi parto fue inducido porque mi bebé era muy grande y me recomendaron no llegar a la fecha estimada de parto. Cuando fui a la inducción me pusieron monitores, me exploraron, y como tenía el cuello del útero casi borrado, me dijeron que no era necesario el uso de la prostaglandina (una hormona que induce al parto), por lo que directamente romperían la bolsa y me pondrían oxitocina. Además, me dijeron que habían leído mi plan te parto y que todo era asumible, por lo que lo respetarían. Esto, tampoco pasó.

A partir de este momento comenzó a ir la cosa mal. Para romper la bolsa me hicieron un daño horrible, me daba la sensación de tener un brazo entero introducido dentro de mí. La matrona decía que no llegaba para romperla y que me tenía que estar quieta para poder hacerlo (ya que, por el dolor que estaba sintiendo, me estaba moviendo). Además, desde ese primer momento no dejaron de soltar frases como “es imposible que esto te esté doliendo”. Desde el primer momento cuestionándome… Me sentí fatal y del dolor y la frustración terminé llorando.

Me pusieron la oxitocina, y al poco comencé a tener molestias por las contracciones, me parecía todavía pronto pedir la epidural y probé con el balón de pilates para intentar gestionar mejor el dolor, pero a cada contracción que venía chorreaba más líquido amniótico. Me aconsejaron tumbarme para no resbalarme y opté por el óxido nitroso para para combatir el dolor.

Habían pasado ya varias horas, me hicieron un tacto (de nuevo muy doloroso), y como decían que no había dilatado casi, tendrían que subirme el nivel de oxitocina. “Con el gas no vas a aguantar el dolor, es aconsejable que te pongas la epidural antes”. Y así fue, no me molesto nada la punción, y estuve bien, pero esa calma sólo duró 20 minutos. La subida de la oxitocina me provocaba unos dolores brutales y la epidural no fue suficiente. Al principio los controlaba con la respiración, pero poco a poco perdía el control sobre el dolor y sólo podía gritar. En ese momento volvieron las malas caras y respuestas por parte del personal sanitario que me atendió. 

“No paras de gritar”, “esto no puede ser así”, “es imposible que te duela, la anestesia te está haciendo efecto” o “estás pariendo, ¿qué esperabas?” son algunas de las frases que tuve que escuchar. Tenía un dolor que me moría y no me creían, incluso mi marido tuvo que salir en mi defensa alegando que por qué yo iba a mentir. Habló con la anestesista porque no estaba funcionando la epidural pero la única respuesta fue que me habían puesto lo que tenían que ponerme y que no podían hacer otra cosa. Le dijo que no podía no sentir las contracciones porque no era bueno para el momento del expulsivo y que no existía el dolor “cero”. Pero claro, él entendía que debía haber un término medio entre el dolor “cero” y el dolor que estaba soportando. Me pusieron más medicación, pero no sirvió de nada.

Llegó el momento en que podía empujar, ya estaba con dilatación completa y me colocaron las piernas. Pero cada pujo era un sufrimiento y necesitaba gritar de dolor (entenderéis que en ese momento no estaba en posesión del control de mi cuerpo al 100%, simplemente, actúas según instintos, lo que te va pidiendo el cuerpo). Durante el rato que duró el expulsivo seguí recibiendo comentarios del tipo: “¿Vas a estar así gritando todo el rato?”, “¿así vas a recibir a tú hijo, a gritos?”. No podía creerlo ¡me estaban regañando y haciéndome sentir culpable, mala madre! Sólo podía pedir perdón. 

Y al salir su cabeza no puede evitarlo, del esfuerzo dije un “¡joder!”, de la forma más natural. En ese momento la matrona se incorporó de pie, se acercó a mi lado y me dijo que “con insultos y eso no, eso sí que no”. No paraba de hacerme sentir mal en un momento de tanto de dolor y revolución de hormonas. Recuerdo que llegué a decirle entre lágrimas que no me regañase, que lo estaba pasando mal. Era incapaz de controlar mi cuerpo. “Cállate ya está fuera” fue la frase que usó para decirme que mi peque por fin había nacido.

El pequeño afortunadamente ya se encontraba junto a mi pecho. Se lo llevaron para comprobar que todo estaba bien, y el dolor volvió a sentirse, me estaban sacando la placenta. “Es imposible que te moleste”. Pregunté si podían anestesiarme para darme los puntos por el desgarro que había tenido y no hubo opción: “no, termino antes cosiendo”, y al gesticular por las molestias durante la sutura me dijo, “¿por qué pones esas malas caras, no te puede estar doliendo esto?”.

Durante todo mi parto se me estuvo cuestionando, se me reprochó que gritase, que llorase, que me moviese… Y después de todo, la matrona tuvo el valor de venir a seguir: “te aconsejo que trabajes la gestión del dolor porque esto no puede ser…te lo digo por tu bien, por tu vida en general”. Pedí perdón infinitas veces. Pedí perdón al abandonar el paritorio. Pedí perdón porque usaron un momento de vulnerabilidad y de no control de mi cuerpo y mis emociones para machacarme, para llevar el control absoluto del parto. Pero no era yo la que debió pedirlo…

Como víctima, lanzo esta petición para que se tomen medidas contundentes frente a la violencia obstétrica que sufre la mujer. 

Es urgente que los sanitarios se formen en este sentido. Es necesario que se haga seguimiento y control de las prácticas de los sanitarios en los paritorios, que se compruebe que realmente son procesos de respeto y que se denuncie y se sancione a los profesionales que no lo hagan. 

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