Soy Andrea y soy superviviente de un linfoma. 
 

Desde hace un par de años tenía unos bultos por debajo del cuello, por debajo de la clavícula. Fui al médico y me dijo que no era nada. Como el bulto desaparecía y después volvía a aparecer no le di mucha importancia. Al poco tiempo, acudí otra vez porque era cada vez más grande y pedí que me hicieran una analítica. No aparecía nada raro así que volví a casa sin ninguna respuesta. 
 

Poco después empecé a tener muchos picores por el cuerpo, me mandaron diferentes pomadas y pastillas para calmar los picores pero aún así no se me pasaba y me dijeron que sería ansiedad.  

Finalmente, a finales de 2019, acudí a urgencias porque el bulto era enorme. Al fin se decidieron a hacerme una ecografía en la que me dijeron que no era solo un ganglio si no 3 o 4 los que estaban inflamados. Me hicieron una punción y una biopsia y me dieron el resultado: un linfoma de Hodgkin.

Todos los síntomas que había experimentado son muy característicos del linfoma: tener bultos por el cuello y el pecho, picores por el cuerpo y sudoraciones nocturnas. Pero a mi no se me tomaba en cuenta, nadie relacionaba los síntomas ni me hacía pruebas más exhaustivas porque era muy joven. Pero las personas jóvenes también podemos padecer cáncer.

Me detectaron el linfoma en estadio tres, es decir, que ya estaba bastante avanzado. Me había afectado al cuello, al mediastino (la zona del pecho l) y también tenia afectado el bazo. Estuve realizando un tratamiento de quimioterapia durante seis meses. Terminé este mes de julio y en agosto me dieron la noticia de que estaba limpia.

Durante todo mi tratamiento, me encontré muy sola. No había nadie de mi edad con el que hablar, con el que compartir mis miedos y problemas relacionados con el cáncer. Me encontraba sola durante horas en la sala de quimioterapia con otras personas de más de 60 años que me miraban con curiosidad. 
 

Es necesario que haya algún tipo espacio o de protocolo y de ayudas para que los jóvenes que pasemos por este proceso lo hagamos de la mejor forma posible. Se pueden crear talleres, intentar que nuestros tratamientos coincidan, poder estar en las habitaciones de ingreso juntos... En definitiva, poder tener a alguien que nos comprenda y nos ayude a sobrellevarlo mejor. 
 

Igual que hay una zona infantil en los hospitales, es necesario que haya otra zona de adolescentes y jóvenes. Nosotros tenemos unos problemas, inseguridades y forma de tomarnos la vida de manera diferente tanto a los niños como a los adultos.