Pregunta para Parlamento de Navarra
He superado un linfoma. Para que me hicieran las pruebas para el diagnóstico hubo una demora de cuatro meses. ¿Por qué no se incide sobre la importancia de la detección temprana destinando más recursos económicos y humanos a la sanidad pública?
Me llamo Caligean y vivo en Pamplona. En 2020 yo tenía una vida completamente normal; era una chica que hacía deporte, que estudiaba, etc. Coincidiendo con el primer confinamiento derivado de la pandemia de la Covid-19, me empezó a doler la garganta. Yo llamaba al centro de salud y desde allí, como no me podían visitar de manera presencial, me recetaban antibióticos. Cuando pasaron cuatro meses, mis síntomas todavía no habían aflojado y finalmente me pudo ver un médico. Me tomaron una muestra salival y me indicaron que no se trataba de ninguna patología grave; que seguramente el dolor sería derivado de un virus o de una alergia.
Con estas noticias, yo seguí con mi vida normal. Finalmente, después de un tiempo, me salió un bulto en el cuello, en la zona de la clavícula. Era muy grande y muy visible y yo me asusté. De entrada, decidí tomar un medicamento antiinflamatorio durante tres días para ver si se trataba de los efectos de un mal gesto o de si, simplemente, remitía. Como vi que no, después de tres o cuatro días acudí al médico. El profesional que me visitó me dijo que podía ser malo o bueno, pero yo salí de la consulta afligida; no estaba tranquila.
A finales de julio de 2020 empezaron las pruebas para determinar qué era lo que yo padecía. Para que me dieran cita para hacerme el primer PET tardaron casi dos meses. Me hicieron una placa mediante la cual se percataron de que había afectación, también, en el tórax, pero desde neumología tardaron mucho para hacerme la prueba en cuestión. Finalmente, el segundo neumólogo que me trató decidió que me operarían. No fue hasta noviembre de 2020 que lo hicieron. Pasaron cuatro meses hasta que me intervinieron y que finalmente me dijeron que lo que yo padecía era un Linfoma de Hodgkin. Esta fue una época de verdadera angustia.
Después de la intervención, estuve en tratamiento de primera línea durante cuatro meses. Después del primer ciclo, con la primera prueba de control, los médicos ya me informaron de que estaba en remisión. Aun así, el médico que me llevaba decidió hacerme otro ciclo de tratamiento por prevención. El dos de marzo de este año terminé con el tratamiento y estoy limpia.
La demora que hubo en la detección de mi cáncer no tendría que ocurrir nunca. A mí me diagnosticaron el cáncer cuando estaba en estadio 2, pero seguramente si con el dolor de garganta ya se me hubieran hecho pruebas o bien si las pruebas diagnósticas no se hubieran alargado durante cuatro meses, el cáncer que yo padecí se habría detectado mucho más temprano y tanto los tratamientos como los síntomas hubieran sido mucho más llevaderos. Considero que habría que evitar que este patrón se repitiera porque en relación con el cáncer, la vida de muchas personas de repente entra en juego en muy poco tiempo y es clave poder empezar a tratar la enfermedad cuando no se ha complicado.
Es por esto por lo que me dirijo a los políticos del Parlamento de Navarra, ya que son quienes me representan, para que me respondan a la pregunta concreta: ¿Por qué no se incide sobre la importancia de la detección temprana destinando más recursos económicos y humanos a la sanidad pública?
También aprovecho para hacer llegar a las instituciones que el proceso de enfermedad me ha permitido ver la necesidad que hay de cuidar la salud mental de los pacientes de cáncer y también de sus familiares y acompañantes. Nadie me preguntó si deseaba beneficiarme del servicio de psicooncología del que más tarde supe que disponía el hospital; tuve que pedirlo yo. Emocionalmente, una enfermedad de este calibre te deja destruido. También considero que se debería incidir en que el personal de los hospitales garantizara empatía y serenidad con los pacientes con los que trata.