Pregunta para Cortes de Aragón
Me llamo Bea y fui madre a los 16 años. ¿Qué medidas están tomando para que las madres adolescentes tengan un acompañamiento real y dejen de ser discriminadas?
Me llamo Bea, soy de Zaragoza y hoy me gustaría contar mi historia. Cuando tenía 15 años, llevaba tres meses con Carlos, quien ahora es mi marido. Tenía conocimiento sobre métodos anticonceptivos, pero al fin y al cabo era joven y tampoco era muy consciente. Me tuve que esperar un mes para empezar a tomar pastillas anticonceptivas, y durante aquel periodo pensé que no pasaría nada, ya que hay muchas parejas que lo intentan durante años, así que por un mes estaba segura de que no me quedaría embarazada, esa fue mi lógica.
A los pocos días de cumplir los 16 años, me di cuenta de que estaba embarazada. Lo primero que hice fue contárselo a Carlos, él me dijo que tomara la decisión que yo quisiera y que me apoyaría fuera la que fuera. Yo en ningún momento me planteé abortar, tenía clarísimo desde principio que quería tenerlo, así que le dije que, pasara lo que pasara entre nosotros, seguiría hacia adelante.
Ese mismo día se lo dije a mi madre, quien se lo tomó mal al principio, pero me dijo que me apoyaría en todo momento. Carlos también se lo dijo a sus padres y se lo tomaron bien. Aquí es donde se ve la diferencia: el hijo es de los dos, y sin embargo hay mucha más aceptación hacia el hombre que hacia la mujer, nosotras siempre seremos más juzgadas, ya que nos ven como niñas, como princesas.
Por eso mismo me dio muchísimo miedo decírselo a mi padre. Tardé tres semanas hasta que finalmente lo supo, y de hecho no me atreví a decírselo yo misma y se lo tuvo que contar mi madre. Cuando lo supo me llamó. Fue uno de los días más duros de mi vida: sé que fue desde la rabia, pero me dijo unas cosas que jamás se me olvidarán.
A partir de ahí, la situación fue cada vez más tensa. Mi padre prácticamente no me hablaba, y la relación con mi hermana, que me saca 11 años, también fue tensa. Por otra parte, yo intentaba seguir mi relación con Carlos, y mi padre siempre ponía impedimentos.
La situación llegó a ser tan insostenible que al final me fui a vivir a casa de Carlos con sus padres, su hermana de 13 años y su hermano de cuatro. Pasé todo el embarazo y el primer año de vida de mi hijo Uriel allí. Fue un periodo muy duro para mí, me sentí verdaderamente sola, y la verdad es que habría necesitado ayuda. La relación con mis suegros y mi cuñada era muy tensa, estaba encerrada en casa, siempre limpiando y teniendo el niño conmigo.
Era muy joven, pero también muy madura, sabía perfectamente lo que quería y sabía cuidar de mi hijo mejor que nadie, y sin embargo siempre me juzgaban, me trataban como si fuera una niña de cinco años, como si no supiera nada.
La experiencia por parte del personal médico también fue horrible. En el primer trimestre de embarazo, me puse a sangrar y fui de urgencias. La médico de allí me dijo que tenía dos hematomas, y me dijo que no había nada que hacer, que me olvidara de él, todo con una crueldad y una frialdad increíble. Al día siguiente, fui a la especialista en obstetricia y me dijo que me tenía que tomar un medicamento, que no entendía cómo no me lo habían dicho en urgencias. Parece que aquella médico no quería que yo fuera madre.
También el día del parto me trataron verdaderamente mal. Me decían que parara de gritar cuando tenía contracciones, que soy una niña y que no aguanto nada, no me querían poner la epidural, me puse a vomitar y me dijeron que ya me podría haber esperado… Fue una experiencia realmente humillante.
Empecé a levantar cabeza cuando me puse en contacto con una conocida de mi edad que estaba en una situación parecida. Me contó que a ella le estaba pasando lo mismo, y a partir de ahí fuimos quedando y comentando nuestras experiencias. Al poco tiempo, mis suegros regresaron a su país, y ahí empecé a volar, a ver otra realidad. Yo pensaba que llorar todos los días y sentirme sola era lo normal, y allí desperté un poco.
Pasé de ser muy débil a empoderarme, a creer más en mi misma. También empecé a encontrar a mujeres en Instagram que también habían sido madres jóvenes, y eso me ayudó muchísimo. Si toda esa ayuda la hubiera tenido antes, me habría ahorrado mucho sufrimiento.
Es por eso que me quiero dirigir a los políticos de las Cortes de Aragón, ya que soy de Aragón y son mis representantes en dicha cámara, para que se ofrezca un acompañamiento real a las madres adolescentes, sin prejuicios ni discriminación, para ayudarlas a llevar una vida plena como cualquier otra madre.
Actualmente, Uriel tiene cuatro años y también tengo una hija de pocos meses que se llama Carla. Vivimos los cuatro juntos en un piso y somos muy felices. El camino no ha sido nada fácil, y espero que, con el tiempo, otras madres jóvenes tengan menos obstáculos para llevar la vida que quieran llevar.