Me llamo Belén y vivo en Granada. Durante toda mi vida, he revisado mi salud de manera rutinaria y nunca he tenido ningún problema. Los valores derivados de las analíticas salían siempre correctos hasta hace, aproximadamente, dos años, cuando me diagnosticaron anemia. De entrada, lo asocié a la dieta debido a un cambio reciente en ella. A finales del año pasado me detectaron, también, una infección por helicobácter pylori.

Al tiempo, por trabajo, me hicieron un seguimiento para avaluar mi salud a modo general y todo salió correcto, aunque seguía lidiando con la anemia y andaba un poco floja. En noviembre del año pasado me fui a Indonesia a vivir. Fue allí que empecé a encontrarme mal de verdad. Padecí patologías como el coronavirus, bronquitis y fiebre tifoidea. Me notaba los intestinos regular y padecía episodios de fiebre constantes. En el hospital, asociaban mis síntomas con el hecho de que daba positivo en Covid-19.

Un día, empecé a encontrarme muy mal hasta que a media noche tuve que llamar a un taxi para que me llevara al hospital. Allí, me entraron por urgencias y me ingresaron. Me hicieron una ecografía y confirmaron que tenía inflamación intestinal, aun así, después de gestionarlo con el seguro internacional del que me beneficiaba por aquel entonces, cuando me hicieron la prueba diagnóstica de coronavirus y volví a dar positivo, me mandaron a casa. Estuve confinada durante 10 días. Me seguía encontrando muy mal, así que pedí que me hicieran otra prueba en casa. Estuve usando un colutorio y cuando me la hicieron, salió negativa. Entonces, con el resultado, aproveché para volver a España.

A los cuatro días de estar aquí, tuve una hemorragia rectal muy fuerte. Acudí al hospital y allí me ingresaron. Me informaron de que padecía una anemia muy fuerte y que además todavía tenía Covid y alguna otra infección. Me aislaron durante aproximadamente 15 días. Después, me realizaron un TAC y ya se percataron de que había algo alterado, así que decidieron practicarme una colonoscopia. Una vez hecha, me informaron de que lo que habían visto era maligno y después de unos días me confirmaron que padezco cáncer de colon y que lo habían detectado en estadio III. Después de un mes, en abril de este mismo año, me intervinieron quirúrgicamente: me cortaron casi medio metro de intestino, masa visceral y tres ganglios con metástasis. Una vez operada, no recibí ningún tipo de rehabilitación ni de acompañamiento en el ámbito nutritivo. El 18 de mayo empecé con un tratamiento de quimioterapia. Me queda el último ciclo para terminar y entonces me realizarán un TAC para comprobar la efectividad del tratamiento en cuestión y para determinar los siguientes pasos.

El proceso de enfermedad por el que estoy transitando, me ha hecho percatar de diferentes aspectos que considero que son de mucha ayuda para los pacientes oncológicos que se encuentran en una situación similar a la mía, y que se deberían de potenciar a nivel institucional con el fin de hacerlas más accesibles y de potenciar su calidad. Una de ellas es el acompañamiento sobre el contexto de enfermedad: psicólogos, fisioterapeutas, entrenadores físicos especializados, nutricionistas, etc. El cuidado de todo lo presentado es clave para que las personas que atraviesan por una enfermedad como el cáncer puedan hacer frente a la misma en unas condiciones mucho más óptimas. En general, de cubrir lo mencionado se encargan asociaciones privadas que reciben financiamiento de particulares o de voluntarios; si a nivel gubernamental no se invierte directamente sobre todo lo comentado, ¿por qué no se mejora la inversión pública a potenciar todas estas asociaciones y a garantizar, así, que pueden seguir haciendo su trabajo en las mejores condiciones y llegando a todas las personas que lo necesitan?

Otro aspecto sobre el que pienso que se debería de apostar para investigar son los beneficios del ejercicio físico sobre los pacientes oncológicos durante la recuperación de la enfermedad, tanto a nivel físico como emocional. Por protocolo, en los hospitales no se recomienda hacer deporte. Me gustaría una sanidad que devuelva de algún modo cierto control al paciente sobre su salud y su recuperación. Teniendo en cuenta el ambiente en el que estamos debido a la enfermedad y como nos sentimos a nivel anímico, la influencia del deporte y el contacto con la naturaleza, son fundamentales. 

Quiero mencionar, también, otro aspecto que considero que influye sobre la afrenta del proceso oncológico: el trato humano que los profesionales sanitarios pueden dar a los pacientes que se encuentran en el hospital o que tienen que acudir constantemente a recibir tratamiento. Seguramente, una apuesta para reforzar los recursos humanos en los hospitales conllevaría una mejora en este sentido. Finalmente, quiero mencionar que invertir a favor de la investigación es crucial, teniendo en cuenta que sin ella no existe ningún tipo de avance en la efectividad de los tratamientos.

Es por todo lo presentado que me dirijo a los políticos del Congreso de los Diputados: “La investigación es primordial, así como el acompañamiento en los ámbitos que van más allá del tema puramente sanitario y que influyen de manera positiva en la recuperación. ¿Por qué no se mejora la inversión pública destinada a los aspectos mencionados?”