Me llamo Belén y vivo en Galicia. Me enfermé de cáncer cuando mi hermana y mi mejor amiga, estaba atravesando un proceso oncológico. Estuvimos siempre juntas y ella, en 2013 enfermó. Yo, por aquel entonces, ya había notado una pequeña protuberancia en el pecho que me hice revisar. Me practicaron una ecografía y una mamografía, y me indicaron que todo estaba bien. Entonces, seguí cuidando de mi hermana y de su familia.

La enfermedad de mi hermana fue diagnosticada cuando ya estaba muy avanzada y en 2015 empeoró. Yo me percaté, también, que el bultito que me había detectado con anterioridad había aumentado de tamaño, así que insistí de nuevo para que me lo miraran. Pedí una biopsia que, finalmente, confirmó que padecía un cáncer de mama luminal B infiltrante que se encontraba en estadio II. Cuando me intervinieron quirúrgicamente me informaron, también, de que tenía el ganglio centinela comprometido.

Cuando me encontraba en tratamiento de quimioterapia, mi hermana nos dejó. Yo me quedé destrozada. Seguía con el tratamiento y era muy duro para mí; acababa de enterrar a una persona muy querida. Aun así, no recibí ningún tipo de apoyo psicológico profesional. Una vez terminé con la quimioterapia, me sometí a un tratamiento hormonal que duró cinco años. En estos momentos, llevo ocho años limpia de enfermedad y todavía me someto a revisiones rutinarias de control. Por suerte, me sometí a una prueba genética que descartó que la enfermedad que padecimos mi hermana y yo fuera hereditaria.

El cáncer no es solamente una enfermedad. Yo conviví con el proceso de una persona muy querida que convivió por un tiempo con una metástasis. El dolor de saber que te mueres y que no verás a tus hijos crecer es inmenso y yo cogí mucho susto. Aunque en estos momentos no ha habido recidiva, no he aprendido a gestionar la angustia que me genera la posibilidad de recaída. Es evidente que tengo momentos buenos y de felicidad. Mi familia es mi mayor pilar y mis nietas me dan la vida, pero el cáncer me enseñó, también, a ser una persona realista. Aprendí a sufrir.

En relación con lo último, quiero poner sobre la mesa la necesidad que hay, sobre todo, de reforzar el servicio de psicooncología del que disponen los pacientes oncológicos. Es primordial para conllevar tanto el diagnóstico como la enfermedad y el post enfermedad y, por lo tanto, pienso que debería de haber más especialistas. También creo imprescindible que se garantice un acompañamiento por parte de los profesionales sanitarios que sea completo en relación con las necesidades derivadas del contexto de enfermedad. Todo esto pasa, principalmente, por invertir a favor de garantizar que los centros de salud disponen de los recursos humanos y materiales necesarios.

Además, pienso que hay que mejorar la inversión pública que se destina a la investigación del cáncer. Hace muchos años que la sociedad convive con la enfermedad en cuestión y prácticamente no se avanza en este sentido. Finalmente, quiero poner en valor como es de importante que se tomen en consideración las secuelas que deja el cáncer y como limitan a las personas por un largo período de tiempo o de por vida. En este sentido, pienso que se deberían de revisar las ayudas económicas disponibles, así como revisar la catalogación de invalidez que se proporciona de una manera mucho más específica.

Es por todo lo presentado que me dirijo a los políticos del Parlamento de Galicia, ya que son quienes me representan, para que me respondan: ¿Cuándo se va a revisar la partida presupuestaria que se destina a todo lo mencionado?