¿Es profesor en la UPV, le ha tocado impartir clase a proetarras?
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Carlos Martínez Gorriarán

¿Es profesor en la UPV, le ha tocado impartir clase a proetarras?


Hoy en día no hay amenazas especiales debido al cese del terrorismo. Otra cosa es que haya miedo a significarse, porque la sombra del terrorismo es muy alargada, y las historias de cobardía colectiva tampoco gusta recordarlas. Pero en efecto, hubo una época en que algunos profesores estuvimos amenazados de muerte muchos años.

Las amenazas eran tan serias que la propia policía, y el Rectorado, nos pidieron a algunos que renunciáramos a dar clases para no compremeter la seguridad del campus, y que aceptáramos llevar escolta 24 hs al día. No faltaban razones, porque aparte de las amenazas se pusieron bombas a profesores en los campus de Leioa (Vizcaya) y Vitoria, o en su propia casa. Eran amenazas muy creíbles, sobre todo porque la policía tenía constancia de que existían comandos de informantes de ETA (alumnos, pero no sólo) que se dedicaban a seguirnos por el campus, apuntar los horarios, costumbres, coches, etc., para preparar un atentado. A un profesor amigo mío, Mikel Iriondo, le habían seguido a diario durante varios meses, y solo la detención del comando impidió que intentaran asesinarle. También hubo amenazas a alumnos, aún más indefensos. Y por supuesto estaba la presión de las pintadas, los carteles, las manifestaciones, la kale borroka y demás formas de intimidación y acoso, que incluyeron irrumpir violentamente en clase para interrumpirla o reventar las clases con constantes acusaciones al profesor. La peor época fue entre 1997 y 2006, más o menos.

Me tocó vivir muy de cerca todo esto porque fui elegido director del Departamento de Filosofía de los Valores y Antropología Social entre 1998 y 2003 (en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, en San Sebastián). En mi Departamento estábamos amenazados cuatro profesores, todos de Filosofía. A la vez, había muchos profesores de Batasuna, más o menos agresivos. Los amenazados llevábamos escolta a todas partes, y algunos tuvimos que dejar de dar clases, como he dicho (lo que provocó que los batasunos nos acusaran de no querer dar golpe y de que llevábamos armas a la facultad, para gran escándalo de las almas bellas). Otros se marcharon a otras Universidades hospitalarias, temporal o definitivamente (bastantes Universidades españolas nos ofrecían traslados temporales y cosas así). Y a alguno les concedieron una especie de jubilación anticipada.

Respecto a la reacción de los universitarios, hubo de todo, pero las amenazas y los insultos se oían mucho más alto y a menudo que las muestras de solidaridad, por lo que fueron muchas más eficaces (oír que la violencia no sirve para nada es una de esas tonterías piadosas habituales: vaya si sirve!) Lo máximo que conseguimos fue un duro manifiesto contra ETA firmado por unos 400 profesores, de una plantilla de unos 2.500 por entonces. No es que la mayoría apoyara a ETA, es que sencillamente preferían no arriesgarse. Y por supuesto, muchos buscaban alambicadas excusas para ser neutrales y condenar "la violencia venga de donde venga" (aunque la terrorista solo venía de ETA). No faltaron algunos que nos acusaron de "aprovecharnos" de nuestra condición, aunque estar amenazado no sólo significaba no dar clase con normalidad (aparte de la amenaza de muerte y la escolta policial), sino también dejar de investigar normalmente y, en general, pasar a la condición de paria académico, con muy negativas consecuencias profesionales (que nadie nos ha reconocido, dicho sea de paso). A nadie le gusta que le vean con un amenazado por la banda terrorista si es la banda la que dicta sus condiciones (el amenazado pierde su vida privada y además a muchos amigos y contactos, por diferentes motivos, que suponen un gran sufrimiento: pone en peligro a su familia y amigos, tiene una gran sensación de vulnerabilidad, se sabe un apestado social, etc).

Esto no fue así siempre. Las amenazas comenzaron a intensificarse precisamente comoi reacción al papel cada vez mayor que algunos profesores, en la huella de Fernando Savater, Jon Juaristi y algunos otros pioneros, tuvimos en la resistencia cívica a ETA y en el rechazo del nacionalismo obligatorio. Primero con artículos de prensa, luego con la fundación del Foro Ermua (1997) y sobre todo de Basta Ya (1999). Nos convertimos en enemigos intelectuales y políticos del terrorismo, y del nacionalismo obligatorio que medraba a su sombra. Tampoco es que fuéramos demasiado los directamente afectados: unos 20 o 30, como mucho. Luego había muchos otros centenares de docentes (y alumnos) amenazados indirectamente en nuestras personas, claro. La amenaza terrorista siempre busca la ejemplaridad, el escarmiento en cabeza ajena.

En general no tengo queja de la reacción de la autoridad académica, que hizo lo que pudo por darnos apoyo y facilitar las cosas. Lo que no hizo fue tratar de expulsar de la universidad a los filoterroristas, aunque en aquella época ETA-Batasuna era legal 100%. La reacción de los colegas fue como digo de todo tipo: desde la solidaridad incondicional hasta el escarnio y la humillación. El alumnado no reaccionó apenas: no creo que hubiera más de tres que me trasladaran su solidaridad, y en privado, mientras los batasunos campaban por sus respetos. Sencilllamente, era un régimen de intimidación generalizada, y auténtico terror en determinados círculos. Por supuesto, los aterrorizados negaban todo esto: preferían pensar que o no pasaba, o que no era para ponerse así (como nosotros). Respecto a los políticos y los medios de comunicación, PP y PSOE nos apoyaron pero los nacionalistas fueron a por nosotros tratándonos de farsantes y cosas peores; dominó la difamación y el ninguneo. No recuerdo que ningún cargo político del PNV nos ofreciera siquiera una reunión para hablar de nuestros problemas. Los medios de comunicación no nacionalistas prefirieron callar e ignorar el asunto por aquello de fingir normalidad, fuera de nuestros combativos artículos de opinión. Ahí está la hemeroteca para probarlo.

En fin, una historia bastante triste y desconocida, aunque por supuesto tuviera momentos épicos y muy satisfactorios. Al menos, no tuvo nada que ver con el aburrimiento típico del mundo académico ordinario. Y creo que hicimos una contribución decisiva a la derrota de ETA, desde luego a la intelectual aunque no solamente. Por tanto, mereció la pena. Otra cosa es que los que apoyaban la amenaza, nos insultaban y aplaudían el asesinato hayan hecho una carrera académica comodísima... como paladines del "diálogo" en algunos casos.

Tienes más detalles de lo que significó aquello en un libro mío: Movimientos cívicos. De la calle al Parlamento (Turpial).

Espero haber satisfecho al menos en parte tu legítima curiosidad. Un cordial saludo.

 


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Carlos Martínez Gorriarán
 Pregunta ¿Es profesor en la UPV, le ha tocado impartir clase a proetarras?

Gracias primero por exponerse a las preguntas de los ciudadanos. Señor Gorriarán, quisiera saber si en su condición de profesor de la Universidad Pública Vasca, le ha tocado lidiar con algún batasuno en sus clases. ¿Es cierto que todavía algunos profesores están amenazados? ¿Me podría contar su experiencia personal?

Un saludo

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Usuario Anónimo Usuario Anónimo
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10.05.2014

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