Buenas tardes, Carolina. Sería presuntuoso por mi parte decir lo que deben hacer o no en Colombia, porque no sigo su política cotidiana ni conozco especialmente a Oscar Iván Zuluaga ni a los otros candidatos presidenciales. Ya hay bastante gente que pontifica sobre lo que ignora -nuestro gran y patético Movimiento Tertuliano- y me gustaría evitar caer en sus malas prácticas.

Como mucho puedo hacer un comentario muy general. Colombia es un país con una larga historia de violencia política y guerras civiles. La guerrilla y su relación con el narcotráfico es solo la última fase de una agitación violenta que se remonta, por lo menos, al asesinato del presidente Gaitán Ayala y el llamado Bogotazo, en 1948. Colombia necesita, por lo tanto, de un pacto constitucional que supere esa ruptura y sus consecuencias violentas, y no veo cómo puede hacerse sin una transición política que ponga a cero el contador mediante una amnistía o fórmula similar. Algo similar a lo hecho en España en 1977, o en Sudafrica para liquidar el apartheid.

Así que no me parece muy buena idea creer que la defintiva consolidación democrática de Colombia pueda hacerse exclusivamente desde los partidos tradicionales que han ido turnándose en el poder. Hace falta un pacto constitucional inclusivo, y para eso hay que ganarse a guerrilla o a buena parte de ella. Lo que ocurre es que ese tipo de pacto no funciona si reconoce legitimidad a la violencia y la insurgencia, o reclama algún tipo de ventaja política para las FARC u otros grupos, que parece uno de los problemas subyacentes a la negociación de La Habana. Si el Estado colombiano ha fallado, la guerrilla también tiene una larga historia de terrorismo, secuestros y narcotráfico completamente impresentable: son tan delitos contra los DDHH como los perpetrados por los sucesivos gobiernos. Eso es lo que hay que superar en la medida de lo que permita un pacto constituyente, pero desde luego la legitimación de la violencia "guerrillera" y la concesión de ventajas políticas no podrían ser la base para instaurar una democracia aceptable, como tampoco lo ha sido el control de la oligarquía tradicional que se ha ido sucediendo en Bogotá sin ser capaz de pacificar el país. Difícil tarea, pero posible. Y sin duda Colombia se lo merece.