Me llamo Cruz y soy mama de un niño de 11 años con TEA. Engel parecía tener un desarrollo normal hasta los dos añitos; no hablaba y mi madre se preocupó, pero como mi hija mayor es sordo muda, yo pensaba que estaba imitando sus conductas. Somos de Nicaragua y yo tuve que venir a España a trabajar, cuando comenzamos a observar estas anomalías en el aprendizaje, regresé para estar con él.

Una vez allí, lo llevé a que le hicieran un examen del oído, los resultaron fueron positivos, todo estaba bien así que regresé a España. No mucho tiempo después, vimos que era incapaz de hablar y estos problemas persistían; fue a los 4 años cuando nos dieron el diagnóstico, Engel tenía autismo. Me asusté mucho, nunca había oído hablar de ello y no tenía ni idea de lo que era, las doctoras solo me decían que mi hijo no iba a poder valerse nunca por sí mismo; si a esto le añadimos la discapacidad de mi hija mayor, me vi envuelta en una espiral de dolor, estaba sola con dos niños y no sabía como afrontarlo.

Poco a poco y con apoyo de la gente, lo fui afrontando y salí adelante; mi hijo comenzó a recibir terapias y a una escuela; la mejora fue increíble. Lo diagnosticaron con autismo severo, pero a día de hoy, considero que tienen que evaluarlo de nuevo; tal vez no sea capaz de mantener una conversación fluida, pero sí de comunicarse y pedir todo aquello que quiere o necesita; con lo que más guerra da es con el tema de la comida, las personas con TEA son muy selectas con la comida. Se viene a España y la ayuda es muy importante.

Necesitamos apoyo económico, tener una casa adoptada a sus necesidades es fundamental, además, requerimos terapias gratuitas, ya que son muy caras y no todo el mundo puede permitírselas. Las familias que tienen niños con autismo, necesitamos apoyo económico, cuantas más terapias les demos de pequeños y mejor atendamos sus necesidades de forma temprana, más posibilidades tienen de mejorar y adaptarse mejor a las situaciones cotidianas.