Me llamo Damián y resido en Tenerife. Desde temprana edad me ha interesado mucho la educación, sin embargo desde pequeño y hasta mi avanzada adolescencia, he tenido problemas en el aprendizaje escolar debido a mi falta de interés y motivación. He repetido curso en varias ocasiones, lo cual me estigmatizó hasta el punto de hacerme creer que tenía problemas intelectuales, o al menos eso era lo que se decía entonces cuando un alumno no daba los resultados esperados.

La realidad es bien distinta. Existe un alto índice de fracaso escolar, y el motivo es el obsoleto sistema educativo. Ha sido diseñado para una sociedad con enormes necesidades industriales y puesto en marcha con una estandarización a gran escala, producto de la emergencia de entonces para alfabetizar y dar oficio a la población. La sociedad actual tiene otras necesidades, lo que le ha llevado a modernizar su forma de relacionarse con prácticamente cualquier ámbito social. Sin embargo el modelo educativo sigue siendo prácticamente idéntico al de mediados del siglo XX. Con miles de reformas, pero basado en un modelo que no permite a las personas descubrir sus talentos innatos, que impide a los niños desarrollar sus inquietudes libremente, y les obliga a seguir un camino que en ocasiones ni les pertenece, ni les interesa.

A finales del siglo XIX, se creó un modelo educativo que permite el libre y natural desarrollo del aprendizaje, con un sistema basado en la exploración afectiva e intelectual, en lugar de exigir resultados y que se cumpla la predicción esperada. La escuela libre, como se la denomina, no pretende dar soluciones del siglo pasado a los problemas del siguiente, como el actual modelo, sino que acompaña al alumno sin imponer deberes para el hogar, ni competencia en los resultados, ayudando así a que el alumno encuentre su propio camino, a la vez que se lo fortalece emocionalmente. Una escuela inclusiva, abierta y libre que ha sido disuelta en 1939 en España. Sin embargo desde hace muchas décadas vemos en el mundo cómo este modelo, adelantado a su época, empieza a cobrar un nuevo sentido.

La sociedad europea del siglo XXI empieza a demostrar grandes resultados con una escuela libre, y parece que por fin, se empieza a aceptar un sistema educativo diferente al de entonces. Sin embargo no existe un apoyo del Estado en esta materia, ya que no se la considera una educación reglada, lo que imposibilita divulgar este tipo de educación. Este tipo de escuela permite a las generaciones futuras enfrentarse mejor a situaciones desconocidas, a generar talentos hasta ahora ocultos y a favorecer la adaptación a puestos de trabajo que aún no podemos ni imaginar. Por tanto, resulta absurdo no potenciar este tipo de formación, quedando como consecuencia a disposición solo de una minoría clase elitista.