Me llamo Daniela y vivo en las Islas Canarias. Cuando tenía 16 años, en 2006, empecé a sentir picores cada vez que me venía la regla. Acudí muchas veces con la matrona que me indicaba que se trataba de una candidiasis. Probé todo tipo de tratamientos, pero la sintomatología no desaparecía. Con el paso del tiempo, los picores se volvieron más acentuados, así que después de aproximadamente tres años de lidiar con lo mencionado, decidí visitarme con mi médica de cabecera para pedirle que me derivara con un especialista. De allí, me indicaron que acudiera al hospital para que pudieran hacerme las pruebas pertinentes. Cuando fui, me practicaron una biopsia que concluyó que padecía un cáncer de cuello de útero que se encontraba en estadio 3.

Fue una noticia difícil de asimilar. Los médicos me plantearon las opciones que había sobre la mesa para curar la patología. Tuvieron que intervenirme quirúrgicamente. El día que concretaron el día de la operación, me indicaron que una vez intervenida me podían poner las vacunas del Virus del Papiloma Humano (VPH) y que, si no quería ponérmelas entonces, debería abonarlas. Antes de operarme, también me preguntaron si en un futuro querría ser madre, a lo que yo contesté que seguramente que sí. Por suerte, la intervención sirvió para extirpar gran parte del tumor y no tuvieron que vaciar mi aparato reproductivo; en estos momentos soy fértil. Una vez operada, me hicieron un seguimiento para controlar la evolución de la enfermedad y poder actuar en caso de que fuera necesario. Después de dos años sin alteraciones, en mayo del año pasado, me dieron el alta definitiva.

En mi caso, el cáncer se desarrolló derivado de padecer el VPH; yo era muy joven. Mi proceso de enfermedad me ha hecho reflexionar y concluir que es imprescindible que además de invertir a favor de la investigación de la patología con el fin de poder garantizar diagnósticos tempranos, se trabaje a favor de la concienciación de los efectos que patologías como el VPH pueden hacer sobre las personas. Creo que se debe garantizar que los jóvenes reciben información de calidad en relación con la educación sexual, además de apostar para que todos ellos tengan acceso económico y logístico a métodos anticonceptivos.

Es por lo presentado que me dirijo a los políticos del Parlamento de Canarias, ya que son quienes me representan, para que me respondan a la pregunta concreta: ¿por qué no se apuesta para dar una educación sexual de calidad a los jóvenes, así como se garantiza el acceso a métodos anticonceptivos con el fin de prevenir patologías como el VPH que pueden derivar a enfermedades como el cáncer?