Pregunta para Senado

Soy mujer, migrante y paciente con esclerosis múltiple. ¡Es urgente que se reconozca el 33% de discapacidad para mejorar el acceso al mercado laboral!

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Dayana Camacho Pregunta de Dayana Camacho

¡Hola! Soy Dayana Camacho, tengo 32 años, nací en Caracas, Venezuela, y llegué a España en 2019. En 2016 me diagnosticaron esclerosis múltiple. Ese momento coincidió con la renuncia que presenté a mi trabajo en el Poder Judicial por algunos temas de corrupción que había. El oftalmólogo de la familia fue el primero que me dijo que mis síntomas (había tenido mucho dolor de cabeza e incluso perdí la visión de mi ojo derecho por seis meses) podían ser de esa enfermedad. A principios de 2017 me confirmaron que en efecto era esclerosis múltiple y me dijeron que en Venezuela no había medicación para tratarla.

En esa situación había dos posibilidades: quedarme embarazada una vez cada año (porque la enfermedad no se manifiesta en las mujeres gestantes) o salir del país. Me dijeron que había dos países en los que trataban muy bien la enfermedad: España y Alemania. La meta era España, por facilidad con el idioma. Pensamos en pedir asilo en el país, y todo iba bien hasta que suspendieron los vuelos de Conviasa, la aerolínea en la que íbamos a viajar. Quedamos varados. Entonces el plan Z que teníamos pasó a ser el plan A: viajar a Colombia, país del que mi esposo tiene la nacionalidad y donde él había dejado un currículum durante unas vacaciones que habíamos pasado allí.

El presidente del programa de esclerosis múltiple en Venezuela me dijo que si me quedaba en el país, iba a tener garantizada la discapacidad. Me puso en contacto con un médico en Bogotá, con quien tuve cita un mes después de llegar a Colombia, gracias a esa gestión. Allí, al llegar, tuve que enfrentarme a las dificultades para encontrar trabajo en mi condición de migrante: por ser abogada con maestría me decían que estaba sobrecalificada o simplemente me rechazaban por ser venezolana. Además, a pesar de que la atención en general fue muy buena, para acceder a los medicamentos tenía que interponer tutelas casi cada mes. Mientras tanto, la enfermedad se iba poniendo más agresiva.

Por eso pusimos en marcha otro plan: buscar la nacionalidad italiana para mi madre, que tiene ascendencia de ese país. De paso, gracias a un correo en el que expliqué mi situación y mi deseo de pedir asilo, me dieron la ciudadanía también a mí y a mis hijas (la menor nació mientras vivíamos en Colombia). Con eso, y con un permiso como familiar de ciudadano comunitario para mi esposo, vendimos lo poco que teníamos, sacamos préstamos y viajamos a España.

Ya en España encontré trabajo captando donaciones para una ONG en las calles. Sin embargo, el responsable me discriminaba y me trataba mal por pedirle que no me pusiera a trabajar en el sol, porque podía afectar mi enfermedad. Y así ocurrió: mientras cumplía con mi jornada, tuve un brote de esclerosis por el que tuve que ir al hospital. Estuve ingresada 21 días. Los médicos ratificaron la enfermedad, pero entonces comenzaron las dificultades: me aplicaron un tratamiento médico de primera línea, a pesar de que yo no soy apta para ellos, y empecé a empeorar: tenía fatiga, dejaba de sentir las piernas muy a menudo, me dolían los brazos. Y como consecuencia del tratamiento, mi hígado empezó a tener daños. Un médico llegó a decir que yo estaba manipulando con la enfermedad. No obstante, después se vio que yo tenía 12 lesiones cerebrales, a pesar de que hasta el momento en el que salí de Colombia tenía ocho.

Cuando pude, hice la solicitud del reconocimiento de la discapacidad por mi enfermedad, pero me trataron horrible. El médico que me vio sugirió que yo estaba mintiendo, y la psicóloga me dijo que lo que en realidad pasaba era que en realidad no me había adaptado al país. En total me dieron un 19% de discapacidad. Recurrí la decisión, pero la ratificaron. Por eso no encontré nunca un trabajo, así que opté por dedicarme a varias labores desde mi casa, entre ellas, prestar asesorías migratorias orientativas como abogada, mientras sigo con el proceso de homologar mi título profesional, que es muy complicado y toma mucho tiempo en este país. Pero este problema no es sólo mío: lo viven también los españoles que tienen esclerosis múltiple. Aquí da más para discapacidad una depresión, que se puede tratar, que una enfermedad neurodegenerativa como la mía, que no tiene cura.

No es por un capricho. ¿Por qué para darme la discapacidad hay que esperar a verme en una silla de ruedas o usando un bastón? La Comunidad Europea dice que para esta enfermedad, que es desmielinizante, que no tiene cura, debería reconocerse la discapacidad. Pero eso en España no ocurre. Y es un asunto de suma urgencia: se debe reconocer el 33% de discapacidad a las personas con esclerosis múltiple. Ya tenemos algo pesado como es la enfermedad, no es justo cargar además con el peso de ir a los juzgados para que nos reconozcan algo que debería estar garantizado. ¡Ayúdame con tu firma para que nuestra voz sea oída! ¡Muchas gracias!

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