Hola Iñaki, buena pregunta para estrenarme en Osoigo.com. Será un placer contestarla.

Participé en la elaboración del proyecto de capitalidad como Concejal de Cultura hasta 2011, y creo conocer bastante bien tanto la génesis, el discurso y los contenidos culturales, como los impulsos ciudadanos y políticos que fueron necesarios para armar todo aquel proceso. Cuando por fin el jurado internacional concedió en Junio de 2011 el título a San Sebastián, lo hizo arrebatado por un proyecto cultural vinculado a la convivencia que apelaba a la idea originaria de Europa para poder superar el último foco de violencia terrorista que por entonces aún persistía en Euskadi. La cultura como motor de transformación de una realidad no deseada, como bálsamo curativo ante el odio y el fanatismo, durante tantos años cultivado y retroalimentado; esa fue la fórmula ganadora. El proyecto en origen también destilaba la ambición por proyectar una mirada abierta, moderna y multicultural que superase la recurrente tendencia endogámica e introspectiva que en demasiadas ocasiones se impone en nuestras manifestaciones culturales.

Pero desde entonces demasiadas cosas se han desnaturalizado.  Con la llegada de Izagirre y Garitano al mando de dos de las tres instituciones que conforman la Fundación encargada de liderar el proyecto, la idea original ha sufrido continuos reveses tanto desde el punto de vista orgánico como en el terreno de su conexión social. Ya no es que, contra el criterio del propio Jurado europeo, se haya prescindido de todo el equipo que trabajó en el diseño y consecución del proyecto ganador con Odón Elorza. Hoy por hoy, las deserciones -más o menos voluntarias o forzadas- incluyen a gran parte del personal que incorporó la propia Bildu a su llegada. Es mejor no reproducir el listado.

Creo que la gestión política de la capitalidad ha renunciado a la socialización trasversal del proyecto cultural entre las bases; ha prescindido del capital humano que representaba la implicación desinteresada del tejido asociativo; está ignorando la necesidad que tiene el Territorio de establecer alianzas internacionales en materia de creación artística; y apenas muestra una visión certera de las pautas de creación, exhibición y consumo cultural emergentes.

En definitiva, la capitalidad la concebimos como un proyecto que nos iba ayudar a replantear nuestras propias políticas culturales ancladas en siglo XX, porque intuíamos que estaban quedando caducas. Hoy lo veo con mayor nitidez, y, sin embargo, no escucho, desde los respondables políticos de gestionar la cultura, ninguna reflexión al respecto. Quizás las últimas incorporaciones logren devolver al proyecto algo de su espiritu cosmopolita con el que resultó ganador.

Espero haber satisfecho tu curiosidad, Iñaki, y la de los usuarios que han apoyado la formulación de la pregunta. Mila esker.