Soy Dieynaba, pero todo el mundo me llama Diey. Tengo 20 años, vivo en Zaragoza y mis padres son de Senegal. Toda mi vida me han definido por mi color de piel, antes de verme como una persona, me ven como negra. 

En el instituto era muy buena estudiante, siempre de 10, y el discurso típico era “qué lista eres para ser negra”, cómo si una cosa quitara a la otra. De temprano entendí que por donde fuera, siempre iba a tener que estar informando sobre mi color de piel, porque para algunos dice mucho más que cualquier cosa que yo diga o haga. 

Al entrar al mundo del trabajo, lo he confirmado. Antes de ir una entrevista siempre aviso que soy negra, para que no haya problemas. Lo que más queda es ese racismo sutil, múltiples trabajos en los que las personas racializadas quedamos tras bambalinas, sin la posibilidad de dar la cara al público. Sumado a esto, empresas que derechamente no contratan a personas con mi color de piel. 

La primera vez que trabajé dejé caer, como siempre, mi color de piel. Al principio se mostraron muy abiertos, cuando era claro que no encajaba con el resto de camareros que tenían atendiendo a los clientes. Luego, me cambiaron de trabajar en el mesón a poner y quitar mesas durante la apertura y el cierre del restaurante. Ahí me di cuenta, que en la parte de atrás, la cocina, la limpieza, “la parte oculta”, era donde si había personas racializadas. 

Es momento de cambiar y dejar de tener en cuenta el color de piel. Todos somos personas y merecemos las mismas oportunidades. Con la gente mayor no hay mucho que hacer, pero aún estamos a tiempo de educar a los niños pequeños, para que pongamos fin a los estereotipos. 

Por todo esto, pido a los miembros del Senado que utilicen sus posiciones de privilegio para condenar el racismo en todas sus formas. Es momento de que se tome acción y que los políticos, en posición de poder e influencia, hagan un llamado para erradicar la discriminación en base al color de piel. Vuestro aporte es fundamental, ya que un racista hará oídos sordos a lo que digamos las personas racializadas.

En tu día a día, toma acción, condena el racismo y ayuda a generar conciencia. Si puedes evitar que tu madre, tío, amigo o conocido continúe sus comportamientos discriminadores, es un grano de arena que aportas a este cambio.