Pregunta para Cortes de Castilla-La Mancha

Me llamo Encarnación, y tanto yo como mis hijos recibimos acoso por motivos racistas. ¿Cuándo se hará justicia y se ofrecerá una verdadera protección a las víctimas del racismo, especialmente a los niños?

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Soy Encarnación, vivo en Poblete (Ciudad Real) y hoy me gustaría compartir la lucha que llevo desde hace un año y nueve meses. Antes vivía en Madrid, tenía un negocio pero quebró, y no podía permitirme vivir en la capital. Entonces decidí irme a Poblete, ya que es más barato y es un pueblo pequeño, de 1.500 habitantes, y pensé que allí podría tener más tranquilidad que en la ciudad. Para hacer el contrato del piso, no pude hacerlo a mi nombre porque necesitaba un aval, así que finalmente tuve que hacerlo a nombre de mi prima, con su autorización.

Me fui a vivir a Poblete con mis dos hijos en marzo de 2018. Durante esos meses estuvo todo bien, e incluso me invitaron a participar en unas jornadas interculturales en octubre. Me pareció una buena idea, ya que consistía en llevar platos de los lugares de origen de cada uno, y es una forma de fomentar la integración, aunque yo realmente no necesito ninguna integración, ya que llevo 12 años viviendo en España.

La cosa empezó a complicarse cuando me invitaron a la cabalgata de reyes de enero de 2019 para hacer de paje de Baltasar. No me pareció mala idea, pero me dijeron que la persona que haría de Baltasar era blanca e iría pintada. Eso no me pareció bien, ya que es una forma de ridiculizar a la gente negra, es un acto totalmente racista. Podría entender que antes se hacía porque no vivía mucha gente negra en España, pero ahora no hay excusa.

Estuve un mes avisándoles de que no estaba bien lo que iban a hacer, en incluso hablé con el alcalde, pero me ignoraron y lo hicieron, porque es su pueblo y su tradición, y me llegaron a decir: “si te quieres quejar, ve a quejarte a tu puto país”. Aun así, llevé a mi hijo a la cabalgata, pero les dejé claro que no estaba bien tratarnos así, que también somos personas. A partir de ahí empezaron los conflictos. Por redes sociales decían que disfrutaba rompiendo la ilusión a los niños. ¿Romper la ilusión es que yo denuncie actos racistas y segregacionistas?

En el caso de mi hijo Carlos, que ahora tiene 12 años, le empezaron a acosar: le llamaban desde números ocultos para gastarle bromas y mofarse de él, le pegaban en el colegio y le llamaban “feo y maricón”. Hubo incluso una vez que le invitaron a una fiesta y lo tuvieron una hora dando vueltas porque le dieron mal la ubicación, y luego se rieron de él y le dijeron que nunca llegaría. Desde ese momento, ya no quiso ir a ninguna fiesta por miedo de que se volvieran a reír de él.

En el colegio le pegaban de forma recurrente, Carlos no quería ir, estaba muy afectado, ya que es un niño que ha pasado por muchas cosas y es muy sensible y maduro. Intenté hablar con el profesorado e incluso con el director, y me dijeron que eran “cosas de niños” y que estaba sacando las cosas fuera de contexto. Cosas de niños son cuando te gastan una broma un día, no cuando te agreden y te humillan a diario. Hubo incluso una vez en que le intentaron hacer la zancadilla para que se tropezase y se diera con el bordillo.

Pedí que fuera la orientadora escolar a tratar la situación. Esta persona solo habló con Carlos cinco minutos, todo porque se enteraron que lo había denunciado en mis redes sociales. Y la única solución que propuso es que se cambiara de clase si no estaba a gusto, cuando el pobre llevaba semanas pidiéndolo. ¿De qué iba a servir el cambio de clase, si a la hora del recreo se volvería a encontrar con los mismos que le pegaban?

Como no me ayudó nadie desde el colegio, acudí al Ayuntamiento de Poblete, y desde allí me facilitaron una psicopedagoga de forma extraoficial. A día de hoy sigue viendo a Carlos, pero la única solución que ve es que aprenda a adaptarse a la situación.

Quise ir al servicio del defensor del menor, pero en Castilla-La Mancha no ofrecen este servicio, y me dijeron que fuera directamente a la Policía Nacional para denunciar, y así lo hice. La Guardia Civil, que fue quien se encargó del caso, abrió una comisión de investigación para el estudio del acoso. La crispación fue creciendo cada vez más en el pueblo, tanto con Carlos en el colegio como yo por la calle.

No había ningún tipo de transparencia en esa investigación, no me llegó el informe hasta que yo no se lo reclamé, alegando que seguramente se habría perdido. Cuando me llegó, dos días después de reclamarlo, decían, entre otras cosas, que soy una madre sobreprotectora y que las situaciones “puntuales” las interpretaba como acoso hacia Carlos. En resumen, no solo no me ayudaron, sino que además me acusaron de ser una mala madre.

Llegaron incluso a venir los trabajadores de la oficina de Bienestar Social, enviados por la Fiscalía de Menores, para interrogar a mis hijos y comprobar si estaba cuidando bien de ellos. Tengo neuralgia del trigémino y, cuando tengo ataques, me invalidan totalmente. Dada la situación de estrés y tensión constante, los ataques eran más frecuentes, y es verdad que Carlos tiene que ayudarme mucho desde que tiene nueve años, pero ¿qué otra opción me queda si no tengo a nadie más?

Carlos no estaba mal por la situación familiar, sino por el acoso que recibía a diario, pero todo el mundo miraba hacia otro lado y buscaban otros argumentos para desacreditarnos, como por ejemplo que Carlos es muy conflictivo, cuando siempre ha sido un niño muy tranquilo y educado, diría que incluso demasiado bueno.

En el colegio me llegaron a prohibir la entrada por mis comportamientos. Por supuesto estaba enfadada y no estaba dispuesta a agachar la cabeza ni a someterme, como ellos querían. Al final no pude ni siquiera asistir a la graduación de mi hijo.

Por si no tuve suficiente por el acoso que recibíamos en el colegio y la calle, también tuve problemas con el vecino. Me acusó de ser una okupa, de tener un perro que defeca en la terraza de arriba (cuando yo no tengo perro), se quejó por una barbacoa que hice un día, e incluso más de una vez me cortó los cables de Internet. El propietario del piso intentó echarme porque decía que generaba problemas en el edificio, cuando era yo la que recibía el acoso.

Una vez más, me negué a agachar la cabeza y dejar el piso, estoy en todo mi derecho de permanecer aquí, y más si estoy pagando cada mensualidad. El propietario envió a un agente inmobiliario, quien llegó a amenazarme e insultarme, llamándome “mono” e incluso haciendo comentarios como “¿De dónde eres, de Sierra Leona? Allí se compran los títulos en los mercadillos por dos euros”, hablando de mis estudios en Derecho.

Seguimos viviendo en el pueblo, pero el acoso y la discriminación continúa. Carlos empezó el instituto y ahora está un poco mejor, pero a mi hija, de ocho años, que sigue en el colegio, las niñas le tiran piedras, arena, la pegan y la insultan. Por mi parte, voy por la calle y oigo “mira, ya está aquí la negra”, como si yo no lo entendiera, cuando, aparte de llevar 12 años en España, el español es el idioma oficial de mi país de origen, Guinea Ecuatorial. En el pueblo no soy Encarnación, soy “la negra”. También hubo un día que me dio un ataque de la neuralgia en el estanco, y solamente acudió la propietaria del comercio, que tiene una ciática y aun así me ayudó a levantarme. Mientras tanto, había tres personas que no hicieron absolutamente nada y dijeron: “ya está bloqueando el paso”.

He intentado contactar con la Diputación Provincial de Ciudad Real, con el presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, y no he obtenido ninguna respuesta. Me siento totalmente desamparada, llevo un año y nueve meses con esta lucha, y no se está haciendo nada para cambiar la situación, para combatir el racismo y proteger a la gente que lo sufre. He pedido ayuda a todos, y todos miran para otro lado. Le he pedido al alcalde de mediar y no ha hecho nada, ha fomentado más la discriminación. Él conoce a mis hijos y no ha mirado por ellos, incluso su secretaria me dice que la única que ve racismo en España soy yo.

Es por esto que me quiero dirigir a los miembros de las Cortes de Castilla-La Mancha, ya que vivo en Castilla-La Mancha y son mis representantes en la asamblea, para que se tomen medidas específicas y reales contra el acoso escolar relacionado con el racismo, para fomentar la inclusión y la diversidad y proteger de forma efectiva a las personas víctimas del racismo, especialmente los niños.

Estudié Derecho precisamente para conocer mis derechos y defenderlos, y es lo que estoy haciendo. En España hay mucho racismo, y por desgracia mucha gente lo niega y mira hacia otro lado, o incluso intentan desacreditarme diciendo que recurro al “victimismo negro”. Está siendo una lucha muy dura, pero no pienso permitir que ni mis hijos ni yo renunciemos a nuestros derechos.

#YoTambiénSoyCarlos

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