Me llamo Esperanza, tengo 54 años y vivo en Valencia. Tengo TDAH, pero con la edad que tengo, cuando yo era pequeña, este trastorno ni se conocía ni se diagnosticaba; siempre ehe sido una niña muy inquieta, desorganizada, atolondrada… o como decía mi madre, con una incapacidad innata de mantener el orden, de esperar el turno a la hora de hablar. En definitiva, siempre he sido muy impulsiva. Curiosamente, mi diagnóstico vino tras el de mi hija, el especialista me preguntó si sabíamos de algún caso en nuestra familia y le dije que no; a pesar de eso, siempre he pensado que la niña se parecía muchísimo a mí. Posteriormente, me enteré de que había varios miembros TDAH, me hicieron unas pruebas, y salió que era TDAH con AACC, al igual que ella.

Lo más complicado del día a día siendo adulto, es mantener una compostura social adecuada, mantener el orden, respetar los turnos de habla, no interrumpir conversaciones… en definitiva, mantener tu cabeza organizada, va más allá de una organización en tu trabajo o en tu casa, ser capaz de controlar tu cabeza, que no se te escapen las cosas. Es como si te metieras en una discoteca con cinco tipos de música diferentes que suenan por todos los sitios, es como sentir que no te puedes frenar, es enormemente frustrante. Ante ciertas cosas, reaccionas de una manera y sabes que está mal, como con calidad de tono, y no eres capaz de controlarlo, incluso tener delante la solución a un problema y no ser capaz de verlo. Otra cosa que a mí me frustra enormemente, es el hecho e no acordarme donde dejo las cosas, es muy molesto.

No sigo ninguna terapia, la que la recibe es mi hija y mis recursos no dan para más, prefiero que la tenga ella. A la sanidad pública le falta personal con la capacidad suficiente y los conocimientos suficientes para poder tratar con el paciente, les falta tiempo y medios, todo.

No me siento para nada comprendida o apoyada, ni por la sociedad ni por muchos compañeros; te sueltan la típica frase “de eso ha habido siempre” o del estilo, no son capaces de entender que muchas de las cosas que haces, es porque no puedes reprimirte.

Con un diagnóstico temprano, las cosas hubieran sido muy diferentes; a día de hoy, entiendo muchas cosas de mi carácter, lo desastre que soy, tantas cosas que empiezo y no termino, planes que están en mi cabeza y no realizo, el “ya lo haré después”.

Queremos que a los jóvenes o niños que tienen este trastorno, no se les trate como a niños maleducados que no tienen límites, que se empatice con ellos, que busquen personas con la calificación adecuada para tratar con ellos. Es fundamental que se tenga paciencia y conocimientos en los colegios, institutos y universidades y no se vea como una excusa, que se intente comprender que para la persona que padece un trastorno de este tipo, no es nada fácil. Cabe destacar, que a las mujeres se nos infradiagnostica, y más cuando somos de altas capacidades; como le dijo la primera especialista a la que llevé a mi hija “tu te apañas porque compensas”, no compensa, necesita ayuda de la misma forma que la necesitan los que no son tan inteligentes.