Me llamo Esther, resido en España y soy activista animal. Desde hace unos 15 años, tengo una asociación que se dedica a recoger a todos los seres vivos desechados por la sociedad de los que nadie se hace cargo. La mayor parte de las asociaciones no recibimos ningún tipo de ayuda por nuestra labor, los fundadores lo hacemos por empatía, por amor a la vida, pero es tremendamente complicado asumir gastos, sobre todo, judiciales a la hora de interponer denuncias.

Cuando encontramos un animal, lo recogemos, lo ponemos en sociedad, lo curamos, lo sociabilizamos de nuevo… y una de las cosas más importantes, tratamos los traumas, tanto físicos como psicológicos, que acarrean. Los ayuntamientos deberían destinar una parte de su presupuesto al bienestar animal, y no lo suelen cumplir, esto dificulta todavía más nuestra situación. Hemos vivido casos devastadores, como el de un perro llamado Timple; a Timple lo dejaron durante horas bajo el sol a casi 40 grados atado y amordazado, grabándolo mientras se reían, a día de hoy este caso ha sido desestimado, a pesar de las pruebas físicas que hay, como es el video que muestra la barbaridad que cometieron con él.

En nuestro país, la Ley de Bienestar Animal es un espejismo, como el tema de los chips, te obligan a ponérselo a tu animal, pero si lo abandonas, basta con decir que se ha perdido; hay un gran descontrol del sistema ante esta ley, un claro ejemplo es lo ocurrido con el volcán de La Palma, entre otros desastres naturales. Cuando pasa algo así, la gente huye, se preocupa de sus casas, pero lo primero que suelen abandonar es a los animales; en España no existe un plan de evacuación de incendios en cuanto a animales se refiere, no se cuentan las pérdidas animales en estos casos y tampoco se sanciona el abandono animal ¿Acaso no son seres vivos?

Necesitamos que se cumplan las leyes prometidas porque no lo hacen, que estas leyes de protección animal dejen de ser un espejismo y comiencen a ser palpables. Que se impliquen todas las partes afectadas, desde la persona que recoge un animal, hasta la persona que lo adopta y que den ayudas económicas a las asociaciones porque no podemos acarrear con todos los gastos, especialmente los judiciales, que todo esto implica. Las leyes deberían estar basadas en las necesidades propuestas por animalistas y no debería de excluir a ningún animal, sea del sector que sea, como el toro, animales de granja o los perros de caza.

Finalmente, agradecer a las casas de acogida y a todas aquellas personas que se implican, a pesar de todas las dificultades que nos ponen, que lamentablemente, no son pocas.