Me llamo Helena, soy de Santander, tengo 18 años y tengo diabetes tipo 1. El día de mi bautizo, cuando tenía siete años, mis padres vieron que estaba muy pálida. A partir de ahí empecé a adelgazar, a tener vómitos constantemente, y todo me sentaba muy mal, especialmente los dulces.

Finalmente mis padres decidieron llevarme a urgencias y allí me ingresaron. No recuerdo mucho de aquel episodio, ya que tenía el azúcar muy alto. Al cabo de unos días, habiendo pasado mi cumpleaños ingresada, confirmaron mi diagnóstico, así que debuté con ocho años.

A partir de ahí empecé a aprender a medir el azúcar antes y después de cada comida y a inyectarme la cantidad de insulina necesaria en función del nivel de azúcar y de lo que como. Con 10 años empecé a hacerlo yo sola, pero el problema es que tomé muy mal las riendas.

En el colegio hubo una profesora que se implicó y me ayudó muchísimo, y siempre le estaré agradecida por ello. Pero en general me sentí muy incomprendida, tanto por los profesores como por los alumnos. Me daba muchísima vergüenza tener que pincharme en público, lo pasaba mal, para mí era un engorro, así que muchas veces no lo hacía y se lo escondía a mis padres. Lo llegué a llevar tan mal que acabé ingresando en la UCI con niveles altísimos de azúcar.

En general, me sentí muy discriminada por tener diabetes. Tuve más de un encontronazo con algún profesor por no dejarme pincharme en clase, como si fuera algo que puede esperar. También recuerdo que no podía ir a excursiones o viajes de final de curso porque, según ellos, “daba mucho trabajo”. Tenía unos 15 o 16 años y era perfectamente capaz de controlarme yo sola, no tenía por qué haber ningún problema.

A día de hoy sigo viendo mucha discriminación hacia las personas con diabetes en los colegios. Este curso mismo, en mi segundo día de clase, estaba pinchándome, porque tenía el azúcar altísimo, y el profesor me dijo que lo hiciera al terminar la clase. Por supuesto, yo me reboté porque he aprendido a defenderme, pero el problema es que hay muchos niños y adolescentes que les hacen caso y no se pinchan cuando deberían, y todo por falta de conocimiento del profesorado.

Ante esto, quiero dirigirme a los miembros del Parlamento de Cantabria, ya que soy de Cantabria y son mis representantes en dicha cámara, para que se forme al profesorado sobre la diabetes, y así puedan ofrecer un acompañamiento a los alumnos con diabetes y también concienciar a los otros alumnos sobre esta enfermedad.

Por tener diabetes, he oído frases tan absurdas como “te pinchas para llamar la atención”, “eres diabética por comer demasiados dulces” o “aléjate, que me lo pegas”. Por eso es tan importante que los profesores estén más concienciados sobre esta enfermedad y lo transmitan a sus alumnos.