Me llamo Jessica, soy monitora de ocio y tiempo libre, y por mi labor profesional sé que el verano es una época de riesgo para los menores en situación de vulnerabilidad. Con el cierre de colegios los niñxs pierden el acceso a una alimentación saludable, formación, ocio, relaciones sociales… y el trabajo que ofrecen fundaciones y asociaciones son la única opción que tienen para poder disfrutar de las vacaciones cuando las plazas que ofrecen las comunidades autónomas, son mínimas o inexistentes, para la gran demanda de niñxs que se encuentran en esta situación.

En su mayoría pertenecen a hogares con dificultades económicas o en situación de riesgo, y estos campamentos les ayudan no solo a ellos, sino también a sus propias familias que mantienes sus puestos de trabajo o les facilitan el acceso al mundo laboral, al tener a sus hijxs atendidos. 

Si la situación de pobreza ya era bastante acusada tras la pandemia, en los últimos tiempos se ha visto incrementada notablemente, por ello las instituciones públicas deberían ofrecer protección social a estas familias para mantener unas condiciones de vida dignas durante el curso escolar, y en verano, los campamentos continuarían con la formación y el ocio que realizan los menores durante el curso escolar para seguir mejorando su integración, participación, compañerismo y favorecer el aprendizaje y la gestión de conflictos.

Por ello las instituciones tienen una gran labor, la de ayudar a sus jóvenes ciudadanos a conseguir un futuro mejor, en igualdad de oportunidades, para que puedan prosperar e integrarse en la sociedad de forma personal y profesionalmente.