Si por “ser de izquierdas” entendemos socialista, por ejemplo, se presenta una fuerte contradicción entre ser de izquierdas en lo político y liberal en lo económico. Máxime si lo de ser liberal es, al modo como se perfila actualmente esa posición, ser neoliberal.

El neoliberalismo confía la dinámica económica al solo mercado –su ideal en ese sentido es la desregulación, a lo que corresponde la “utopía” del Estado mínimo, que no mete sus manos en el mercado-. Por extensión, igualmente se plantea desde el neoliberalismo que es el mercado el gran regulador de la dinámica social en su conjunto. Eso es incompatible con un planteamiento efectivamente socialista, desde el cual no sólo se pretende regular el mercado en ciertos aspectos claves para evitar sus dinámicas socialmente injustas y ecológicamente perjudiciales y económicamente autocontradictorias, sino que se busca que la lógica económica incorpore ya en sí misma factores de redistribución de la riqueza –lo cual no ha de suponer la asfixia de las legítimas aspiraciones de beneficio económico empresarial. Es decir, una política socialista ha de llevar exigencias de justicia al plano económico: sin justicia económica no hay justicia social, Pretender mantener posiciones políticas de izquierda dejando que la economía funcione según claves neoliberales ha sido el error garrafal de la socialdemocracia desde que el laborismo británico cedió ante Thatcher de la mano de Tony Blair y su “Tercera vía”. Desde entonces la socialdemocracia europea no ha logrado librarse de caer bajo la férula del economicismo neoliberal que legitima el capitalismo actual con sus excesos.