Vivo solo, no tengo ni familia ni hijos a mi cargo, pero, aun así, llegar a fin de mes me está resultando imposible. Cada vez que voy al supermercado, la misma cesta de la compra me cuesta más. La luz sube, la gasolina sube. Los precios en general se disparan, pero mi sueldo sigue siendo exactamente el mismo. Ahora, invierto cerca del 70% de mi sueldo solamente en poder vivir. 

Estamos perdiendo poder adquisitivo cada día que pasa. Tenemos los mismos sueldos, pero vivir cuesta el doble. No puedo darme caprichos, no puedo irme de vacaciones, apenas puedo salir a cenar porque los precios en los restaurantes cada vez asustan más. Vivo con miedo a que mi coche se estropeé, a que tenga que comprarme un ordenador nuevo o a cualquier imprevisto que pueda tener, porque no creo que pueda hacerme cargo de él. Vivimos para trabajar y para no quejarnos, pero mientras nos roban y abusan de nosotros. 

Los ciudadanos no podemos pagar estos precios. Dicen que la inflación está bajando, pero el precio de los productos necesarios como el aceite, la leche, la harina o productos de papel se están multiplicando. Los grandes supermercados nos están robando nuestro dinero y las instituciones no hacen nada. ¿Hasta dónde vamos a llegar? 

Nos están empujando a la vulnerabilidad y a la pobreza. Ha llegado el momento de que nos den soluciones. Por eso me dirijo a los miembros del Congreso de los Diputados. Creo que deberían plantearse seriamente si hay subidas de precios injustificadas e investigarlas para que no se produzcan. Deben plantearse también el blindar la cesta de la compra básica e implementar medidas para la contención de los precios de los alimentos. No puede ser que estemos pagando productos necesarios a precio de aeropuerto o estación de servicio cuando vamos al supermercado. El gobierno debe intervenir y poner fin a esta tortura.