Hola. Me llamo Laura Puig, he estudiado psicología y hace tan solo dos meses me diagnosticaron autismo. 

Toda la vida he tenido problemas muy determinados, pero no sabía lo que me ocurría. Cuando era más pequeña me iba mucho mejor, pero en la adolescencia comencé a tener crisis y colapsos. Esto desembocaba en momentos de ira, descontrol, apatía, etc. Esto ocurre cuando escucho hablar a gente que, por ejemplo, está enfadada o cuando existe una situación con tensión. A mí me cuesta más interpretar todas las circunstancias negativas porque pienso que las he podido crear yo. 

Aunque tengo algunos problemas, puedo comunicarme a nivel verbal sin ninguna dificultad. Lo que ocurre es que entiendo las frases de manera literal. El espectro autista es muy amplio y hay personas con esta condición que no pueden hablar, aunque sí se comunican. Yo solo soy una chica peculiar, muy intensa, pero muy, muy empática y con dificultades de flexibilidad, sensoriales y sociales.

Al principio, yo pensaba que tenía trastorno límite de la personalidad (TLP), pero mi psicóloga me dijo que no, que yo tenía rasgos Asperger o autismo tipo 1. No le di ninguna importancia, pero posteriormente me puse a leer y a investigar muchísimo. Ahí fue cuando me di cuenta de que me sentía identificada con muchísimos rasgos típicos del espectro. Posteriormente, acabé buscando y recibiendo el diagnóstico.

Lo hablé con mi madre porque el autismo tiene un corte hereditario, es decir, algún familiar podía estar también en el espectro. Yo pienso que mi madre es autista también, ella tiene 60 años y nunca le han diagnosticado, pero todos los rasgos descritos me recuerdan a ella. 

Lo malo es que el autismo suele estar tipificado para los hombres y más invisibilizado en mujeres. No existen grandes investigaciones para ver las conductas en mujeres autistas. Por ejemplo, existen lo que se conoce como ‘intereses restringidos’. Esto es lo que a grandes rasgos les suele interesar intensamente más a cada género dentro del espectro. Por ejemplo, los hombres se interesan más por las matemáticas, la química, física o la neurociencia. Por el contrario, aunque no tiene por qué ser así, las mujeres suelen estar más interesadas por la psicología, el arte y actividades que están mucho más normalizadas como habituales y no destacan, haciendo que pasen desapercibidas, entre otras razones.

Es por eso, por lo que es tan importante el diagnóstico precoz para que los niños y niñas autistas sepan desde primera hora lo que les ocurre y vean que no es nada grave -dependiendo del grado-, puesto que es solo una condición de vida. Una detección precoz, ayuda a que el niño se desarrolle conociéndose mejor, sabiendo mejor cómo es. 

Yo, para enfrentarme a las diferentes situaciones sociales cotidianas, suelo usar patrones cognitivos conductuales y es como he aprendido, yo sola. Observo cómo actúa la gente e imagino cómo actuaría yo en dicha situación. Lo negativo es que si, cuando se produce, hay algún desajuste o no ocurre como lo tenía en mi cabeza, puedo llegar a sufrir las crisis y los colapsos o marcharme de la situación. Aun así, me considero una persona camaleónica, capaz de pasar desapercibida y me suelo llevar muy bien con todo el mundo en las primeras impresiones, aunque hacerlo de este modo, me causa mucho agotamiento y estrés mental.

En la Universidad comencé a esforzarme mucho para observar a los demás. Necesitaba integrarme y para ir de ‘botellón’ o para estar con mis compañeros tenía que tener unos rasgos muy interiorizados. Luego me di cuenta que, aunque no se me excluía de manera directa, no solían contar conmigo, no entendía porqué, pero no terminaba de encajar. Pienso que podía ser porque mis patrones conductuales se quedaban un poco escuetos u obsoletos, la espontaneidad es un punto flaco cuando esto pasa.

A pesar de todo, he sabido desarrollar una vida plena porque también soy una persona con altas capacidades, suelo destacar bastante, por lo que esa característica me ha ayudado a sentirme completa en ciertos momentos y salvar de alguna manera, mis dificultades.

Los autistas somos personas totalmente capacitadas para aportar a la sociedad, todos, en un lado u otro del espectro. Tengo ciertas limitaciones que pueden bloquearme en algún momento social o laboral concreto, pero en otros contextos, si nos das una situación adecuada, puedo trabajar por tres y ser de lo más social, por ejemplo.

Como persona a la que acaban de diagnosticar con autismo, lanzo la siguiente petición al Congreso de los Diputados para que haya más visibilidad y formación por parte de la sociedad sobre el espectro autista. 

De igual forma, necesitamos que los profesionales estén totalmente formados en este campo. Uno de los sesgos del diagnóstico y de la identificación de las personas es la formación del profesional. Si un especialista no conoce bien esta condición, ¿cómo va a saber identificarla correctamente?

Por otra parte, el autismo está certificado con un 33% de discapacidad, pero habría que valorar a cada persona individualmente, bajo sus circunstancias, para ver el tipo de grado y ayuda que necesita. Que se pueda acceder con facilidad a las ayudas y recursos adecuados, una vez diagnosticado. No es lo mismo un niño autista que no se comunica y que encima tiene una madre en paro; que un niño que tiene dos padres con esta condición, pero es verbal; o yo, que lo que necesito es ayuda específica en la inserción laboral. 

Tenemos que formarnos en las diferentes condiciones de vida, así como en las enfermedades, trastornos o síntomas para ir mejorando como sociedad para incluir a todas las personas que la forman, dentro y fuera del espectro.