Leire tuvo un desarrollo prácticamente normal desde que nació hasta que cumplió su primer año de vida, era una niña muy espabilada, hasta que empezó su retroceso y ya no atendía, ni a su nombre, ni miraba a los ojos de nadie. Su lenguaje comunicativo no existía, y sus fuertes cambios de comportamientos afectaron a su socialización, y por ende a la escuela cuando iba. 

Es por ello que muchas familias exigimos que existan aulas TEA en todos los colegios ordinarios públicos del país, para que nuestros niños puedan tener un espacio con apoyo profesional especializado. El que cubra las verdaderas necesidades de cada niño, y en las que suele primar el trabajo sensorial y de comunicación que tanto les ayuda a avanzar en su autonomía. 

No quiero que mi hija sea invisible y se sienta como tal, deambulando por el aula sin hacer nada, porque nadie sabe cómo atender sus necesidades. El sistema la deja atrás, cuando lo que necesita es ayuda para avanzar y formar equipo justo a sus compañeros de clase.

Por todo, escúchennos, porque la verdadera inclusión en la sociedad se consigue ayudando y visibilizando las necesidades especiales desde la infancia. No podemos permitir que derechos como la educación y la integración se vean mermados por la falta de recursos públicos, por una cuestión económica, cuando lo que debería primar, es cuidar a estos futuros ciudadanos.