Me llamo Lolito, tengo 36 años y soy DJ. La primera vez que me llamaron ‘maricón’ no tenía conciencia de lo que significaba esa palabra. 

A medida que fui creciendo, los niños y niñas empezaron a ser más crueles. Me enfrenté a varias encerronas, de las que pude salir sin usar la violencia. Sin embargo, un día en la puerta del colegio, me agredieron por la espalda sin poder reaccionar. ¿La causa?, que acababa de comprar la SuperPop y ¿el resultado?, un corte en la córnea.

Cuando comencé mi etapa en el instituto los insultos y las humillaciones fueron a más. Por fin pude quitarme el uniforme y vestir como yo quería, un hecho que incentivo el acoso que sufría. Llegué a recibir llamadas con amenazas de muerte. Todo esto me llevo a negarme a mi mismo, menos mal que fue una etapa corta. 

Si en los centros educativos no se educa en diversidad, jamás conseguiremos una sociedad igualitaria. De igual modo, hay que hacerlo desde casa. Los niños y niñas son un libro en blanco, tienen odio a lo que les dicen que tienen que odiar. Por ello, resulta primordial educar antes a padres y madres. Si no cortamos el problema desde la raíz, las situaciones de exclusión, discriminación y odio hacia el colectivo irán en aumento. 

A mis 16 años salí del armario y el acosó terminó. Aceptarme a mi mismo me ayudó a hacer oídos sordos y, tristemente, normalicé que me trataran así. Con el tiempo he vivido en libertad y todas estas situaciones fueron desapareciendo. Pero hace unos meses, yendo agarrado con mi novio en la Renfe, un señor nos empezó a increpar, en ese momento volví a sentir ese odio irracional. 

Fue entonces cuando me di cuenta que volvemos al pasado. Los abusones de patio de colegio hoy dirigen partidos políticos y copan los medios. Y lo peor es que nadie hace nada por erradicar todos estos mensajes de odio que incentivan las agresiones hacia el colectivo LGTBI.

Los medios de comunicación y las redes sociales dan voz a sus discursos y eso, en un país como España, debería estar ilegalizado. Que estas personas tengan espacio en programas o que sus mensajes no sean censurados en redes sociales que utilizan todos los públicos, son la consecuencia más directa de la sociedad que estamos creando. 

Por todo esto, pido al Congreso de los Diputados que actúe. Hay que poner las cartas sobre la mesa y acabar con todos los discursos de odio, además de fomentar una educación en diversidad que involucre no solo a niños y niñas, sino a todas las partes. La LGTBIfobia es una realidad cada vez más latente entre los jóvenes y hay que frenarla.