Me llamo Lucía y vivo en Asturias. En septiembre de 2013 acudí al ginecólogo para que me hicieran una revisión rutinaria. Allí me hicieron una citología que salió sin alteraciones. Yo me revisaba cada año con el ginecólogo, y es verdad que después de hacerme citologías, solía desarrollar infecciones. Los médicos nunca dieron importancia a este aspecto más allá de tratarlo al momento y más tarde supe que es uno de los síntomas del cáncer de cérvix.

En octubre o noviembre del mismo año empecé a encontrarme mal. Tenía un dolor similar al que provoca la menstruación. Empecé a acudir a diferentes médicos pero ninguno daba con una conclusión precisa. En diciembre empecé a sangrar de manera irregular y también después de haber tenido relaciones sexuales. Decidí visitarme con una ginecóloga privada que solo examinarme decidió practicarme una biopsia y otras pruebas diagnósticas. Me dijo que tenía que ir a por los resultados diez días después y que era mejor que fuera acompañada, ya que podía ser que tuvieran que intervenirme quirúrgicamente.

Durante este período de tiempo antes de acudir, de nuevo, a la consulta de la ginecóloga, me estuve informando sobre lo que podían indicar mis síntomas. Cuando acudí, yo ya sabía que tenía cáncer. La ginecóloga me explicó el proceso a seguir a partir del momento y me derivó a la Seguridad Social. Allí, me dieron cita el 14 de enero, un mes después. Yo no me sentía bien ni física ni psicológicamente, así que decidí acudir a urgencias. Allí, me empezaron a hacer pruebas y confirmaron que padecía un cáncer de cérvix en estadio IIB. Me informaron de que el cáncer se había desarrollado a raíz de que padecía el llamado virus del papiloma humano (VPH). Me explicaron, también, que este tipo de cáncer tarda aproximadamente diez años en desarrollarse y que no presenta síntomas hasta que se encuentra en estado avanzado.

Recibí quimioterapia, radioterapia y braquiterapia. Durante todo el proceso de enfermedad me sentí muy desinformada. Aspectos como la descomposición derivada de la radioterapia o las quemaduras y alteraciones que provoca la braquiterapia en la vagina ni me los plantearon; nadie me habló de ello. Tampoco me informaron, aunque entonces tenía 27 años, sobre las opciones que había para preservar óvulos más allá de la transposición ovárica que sirve para que los óvulos no se vean afectados durante la radioterapia aun teniendo en cuenta que la mayor afectación sobre estos órganos la provoca la quimioterapia.

Por otro lado, hablando con otras mujeres que padecen o han padecido la misma patología que yo, nos encontramos que hay contradicciones en las recomendaciones que hacen los médicos según quien las haga. Por ejemplo, en relación con la vacuna contra el VPH, a mí me dijeron que me la pusiera aunque ya estuviera contagiada pero a otras chicas les han dicho que no lo hagan. También en referencia a la vacuna, si el cáncer de cérvix se puede evitar con ella; ¿por qué no se proporciona, además de a todas las chicas que tienen entre 12 y 15 años, a chicos y chicas que salen de este rango de edad y que pueden estar igualmente afectados y ser portadores?

Finalmente, en relación con las citologías, quiero poner en relieve el hecho de que cada vez se hacen más espaciadas mediante la Seguridad Social y que esto es una carencia. Antes se hacían una vez al año, hasta ahora se han hecho cada tres años y ahora se están empezando a hacer cada cinco años. Además, el VPH no aparece en las citologías convencionales; se necesita de una prueba específica para detectarlo. De hecho, las citologías son fiables al 60%: ¿Por qué no se invierte en investigar nuevos métodos diagnósticos que sean fiables al 100% para detectar el VPH, causante de la patología en cuestión?

Me dirijo a los políticos de la Junta General del Principado de Asturias, ya que son quienes me representan, para que lean, tomen en consideración todo lo planteado y para que me respondan a las preguntas presentadas.