Pregunta para Senado
Me diagnosticaron un cáncer uterino metastásico en estadio IV. Falta inversión en investigación, faltan recursos. Obtener un diagnóstico precoz es clave para el desarrollo de la enfermedad y también para definir el pronóstico del tratamiento.
Me llamo Lucia y vivo en Madrid. En agosto de 2020, después de experimentar síntomas muy leves que se podían relacionar con una infección de orina, acudí al ginecólogo que me recetó óvulos para tratar, precisamente eso, una posible infección urinaria. Cuando empecé con el tratamiento en cuestión, empecé, también, a estar peor. Además, justo habíamos salido de la pandemia de Covid-19 y las visitas solamente eran telefónicas.
Igualmente, los síntomas fueron empeorando hasta el punto que el doctor me recomendó que fuera a urgencias en el hospital. Una vez allí, me hicieron muchísimas pruebas y ya me indicaron que padecía cáncer. De entrada, me indicaron que podrían darme unas cuantas sesiones de radioterapia que servirían para que luego la quimioterapia terminara de limpiar la zona y listo, pero después de practicarme un TAC, vieron que había metástasis.
Me informaron de que me quedaba un año de vida y que me derivaban a cuidados paliativos, pero yo me negué. Pedí a los médicos que me incluyeran en todas las opciones de tratamiento habidas y por haber, y me informaron de que en el hospital 12 de octubre había alguna opción de ensayo. Acudí y desde que entré por la puerta, todo fue muy rápido y bien.
En septiembre empecé con la primera quimioterapia correspondiente a uno de estos ensayos. Fue muy dura. Además, cuando terminé la primera sesión, se percataron de que la metástasis se había extendido al cerebelo y tuvieron que operarme de urgencia, pero lo consiguieron quitar. Después de eso recibí radioterapia y descansé un tiempo más.
Aguanté 10 sesiones de esta quimioterapia. Luego descansé durante dos o tres meses y cuando volví, me informaron de que me habían aparecido cinco focos nuevos esta vez en la cabeza, pero se pudieron tratar con radioterapia.
Mi oncólogo sospechó que mi caso era diferente que el resto de casos de cáncer y, finalmente, supimos que formo parte del 20% de mujeres con un cáncer ginecológico que es Her2 positivo, hecho que conlleva que el cáncer se desarrolle mucho más rápido. Con esta información, pude entrar en otro ensayo y la afectación empezó a reducirse. También recibí ciclos de radioterapia que ayudaron a la mejoría. De hecho, después de casi un año y medio, no hubo prácticamente evolución.
Hasta ahora llevaba cuatro meses sin recibir tratamiento y hace dos meses que me vino la regla. Aun así, la semana pasada me informaron de que el cáncer ha vuelto con un pequeño foco en la cabeza. Me tendrán que operar además de que tendré que volver a empezar a tratarme.
La noticia con el diagnóstico de la enfermedad y la esperanza de vida de un año, me la dieron sin empatía. Yo me tomé la información como si no fuera posible y pude esquivar el golpe de esta manera, pero eso no le vale a todo el mundo. No todos pueden recibir una noticia así y no resignarse en un diagnóstico tan fatídico. Es muy importante que se cuide el tacto médico.
Faltan recursos para el personal sanitario, que necesita poder trabajar a gusto y, así, cuidar a cada paciente asignado respondiendo a las necesidades personales y faltan recursos para la investigación, que es crucial para avanzar hacía mejores pronósticos y, a la vez, hacía pronósticos tempranos, que son clave para definir el desarrollo de la enfermedad.
Por todo lo presentado me dirijo a los políticos del Senado: “Falta inversión en investigación, faltan recursos. Obtener un diagnóstico precoz es clave para el desarrollo de la enfermedad y también para definir el pronóstico del tratamiento”.