Hola a todos, 

Somos María y Dídac, y somos de Barcelona. Y estamos aquí para contaros una experiencia que vivimos recientemente y que nos ha marcado muy positivamente, pero que también nos ha incentivado a levantarnos y alzar la voz. Y bien, ¿por dónde empezar? 

Pues por el principio. Hace 6 años acudíamos a donar sangre, pero yo, María, no pude donar aquella vez porque no alcanzaba el peso mínimo para hacerlo. Y, fruto de aquello, un miembro de la Fundación Josep Carreras me informó acerca del proceso de donación de médula ósea y el por qué era tan importante que el número de donantes de médula se incrementase notablemente. Me lo explicó todo, y digo todo porque lo desconocíamos al completo. No sabíamos que se trata de un método indoloro, que cada donante se registra en un banco mundial y que, siendo compatible, y accediendo a realizar la donación, puede salvar la vida de una persona en la otra punta del planeta que padece leucemia u otra enfermedad hematológica. ¿Sabéis? Nuestro desconocimiento era también el desconocimiento de otros miles de personas que pocas veces han oído hablar del proceso, pues al mirar las cifras quedé sorprendida por el porcentaje de la población tan asombrosamente bajo que era donante de médula. Tan solo un 1% de la población española lo es.

Por ello, nosotros no lo dudamos, nos registramos. Nos hicieron un análisis y nos comunicaron que, al cabo de los días, si todo era correcto, ingresaríamos en el banco de donantes y a partir de ahí, si en algún momento éramos compatibles con un paciente que lo necesitase, nos llamarían. 

Hace cosa de un mes Dídac recibió esa llamada. Era compatible con un paciente. Ahí empezó todo el proceso. Tendría lugar en el hospital Sant Pau de Barcelona. Le hicieron un nuevo análisis y pruebas médicas para comprobar que su salud era correcta y, de las distintas personas que eran compatibles con aquel paciente, llamarían al más compatible. Él lo era. Entonces, en ese instante, llega la pregunta definitiva: ¿Tirar para adelante, o no? Tras preguntar, informarnos y conocer todas las fases del proceso, la respuesta fue rotunda: SÍ.

A partir de ahí, a Dídac le informaron de cuáles eran los pasos a seguir: un último análisis para comprobar que todo estaba bien, y le recetaron un medicamento para estimular sus células madre y que pasaran a la sangre. Se administró unas inyecciones durante 5 días y posteriormente tuvo lugar la donación por aféresis (una especie de diálisis) que duró poco más de 4 horas. Una vez finalizado el proceso comprobaron que la extracción era correcta, y ahí terminó todo. 

Después de experimentar aquello, de las preguntas y dudas de nuestros allegados, que eran las mismas que tuvimos nosotros de inicio, nos hemos dado cuenta de lo necesario que resulta desmentir lo que popularmente se cree que es la donación de médula. No es doloroso, nada aparatoso, ni un riesgo para tu salud. Y podrías estar salvando la vida de una persona que se está muriendo. ¿Sabéis cuántos niños a los que diagnostican leucemia necesitan de una persona altruista que se preste a realizar la donación? Hablamos de vidas, vidas humanas.

¿La incertidumbre llama a tu puerta cuando recibes la llamada? Sí, pero la información es todo cuanto puede disminuir esa incertidumbre. Y la información resta inseguridad. Nosotros hemos buscado, leído y preguntado. Al igual que el equipo médico te cuenta y pregunta repetidamente. El trato y el acompañamiento es real. Por eso nosotros estamos hoy aquí contando nuestro caso, para que vosotros, posibles futuros donantes, sepáis que contáis con todo al alcance de vuestra mano. 

Si toda la población tuviese a acceso a una información y concienciación real, veraz y contrastada, ¿cuántas vidas estaríamos salvando? Representantes del Congreso de los Diputados: ¿Cuándo será esto posible? 

¿Cuándo veremos verdaderas campañas de concienciación y sensibilización acerca de la importancia de donar médula?

 Y vosotros ciudadanos: ¡Os animo a que os apuntéis al Registro de Donantes de Médula Ósea!