Pregunta para Senado
Mis hijos se ponen a llorar cada vez que tienen que ir con su padre. ¿Por qué la justicia mira hacia otro lado cuando los niños hablan y se niegan a ir con el padre? ¿Acaso no es el bienestar de nuestros hijos lo más importante dentro de una separación?
Hola, me llamo Mayka y escribo este texto para visibilizar la violencia vicaria que sufrimos muchas mujeres y nuestros hijos e hijas. No es normal que se utilice a los niños para hacer daño a una expareja y, en la mayoría de ocasiones, estos acaban siendo las principales víctimas de las separaciones.
En mi caso, como en el de muchas mujeres, mi economía dependía totalmente de mi marido, ya que llegamos al acuerdo de que yo me encargaba de todas las labores domésticas y de cuidar a nuestros hijos, que ahora tienen cuatro y seis años. Mientras, él seguía en su trabajo de toda la vida. Yo tuve que dejarme el mío, obviamente.
Durante la primera etapa de la infancia de mis hijos, prácticamente no conocían a su padre, quien trabajaba ocho horas diarias y después se iba con sus compañeros de trabajo a tomar algo o hacer sus rutinas de ejercicio. Cuando llegaba a casa cenábamos todos juntos sin intercambiar muchas palabras, porque él siempre quería escuchar la tele y, después, ya me encargaba yo de acostar a los niños antes de irme a dormir.
Cuando decidí que esa vida no me gustaba, lo comenté con él y se negaba completamente a aceptar lo que le estaba diciendo. Ninguneaba mis sentimientos y me decía que yo tenía que estar a su lado toda la vida. Estallé y decidí separarme. En ese momento, yo daba por hecho que los niños iban a vivir conmigo porque su padre no tenía prácticamente relación con ellos. Pero no. Él me dijo que me los iba a quitar e iba a luchar por su custodia, aunque sabía que ellos no era lo que querían.
Actualmente, tenemos la custodia compartida, cosa que no veo lógica porque cada vez que mis hijos tienen que irse con su progenitor lloran sin parar. También he de decir que yo nunca les he hablado mal de él, pero ellos son conscientes de que no tienen ningún vínculo afectivo con esa persona. Cuando vuelven a casa conmigo, me cuentan que prácticamente no han visto a su padre y que su familia paterna no para de insultarme. Yo le intento quitar peso al asunto, pero llega un punto en el que no puedo más.
Estoy sufriendo un claro ejemplo de violencia vicaria y por quienes más me duele es por mis hijos, que son las principales víctimas del narcisismo de su padre. ¿Por qué la justicia mira hacia otro lado cuando los niños hablan y se niegan a ir con el padre? ¿Acaso no es el bienestar de nuestros hijos lo más importante dentro de una separación?