Me llamo Nuria, tengo 32 años y vivo en Extremadura. En octubre del año pasado, de casualidad, mientras estaba en el sofá, noté que me dolía un pecho. Tenía pendiente pedir cita con mi ginecólogo porque me tocaba hacerme la revisión rutinaria de control, así que aceleré el proceso. A medida que pasaban los días, notaba que a lo mejor había alguna protuberancia en el pecho que me había empezado a doler, que se notaba un poco más dura que el resto, así que cuando acudí a consulta, después de que me practicaran la revisión protocolaria, le comenté este aspecto al médico. Decidió hacerme una ecografía mamaria y constató que había algo, así que me mandó hacer otra ecografía y una mamografía. El mismo día que me sometí a las pruebas en cuestión, ya me llamaron para hacerme una biopsia. De los resultados, extrajeron que padezco un cáncer de mama triple negativo.

Después de que me visitara la ginecóloga del hospital, me visitó el oncólogo y me informó que aunque el tumor no se encontraba encapsulado, lo habían cogido a tiempo. A los pocos días empecé con un tratamiento de quimioterapia que se componía de cuatro sesiones. Cuando estaba en medio del tratamiento, pedí que me realizaran una resonancia para ver si estaba funcionando como debía. Me explicaron que el tumor había reducido de manera parcial y me cambiaron el tratamiento de quimioterapia. Después de recibir dos sesiones de estos nuevos fármacos, ya me indicaron que el tumor había desaparecido por completo. Mi oncólogo, igualmente, considero que a modo preventivo era mejor que me sometiera a las ocho sesiones restantes y así lo hice. Terminé el día cinco de abril de este mismo año y el 12 de mayo ya me llamaron para darme cita para intervenirme quirúrgicamente. Me sometí a una cirugía conservadora; no tenía ganglios afectados y los resultados de anatomía patológica fueron negativos. Hoy mismo he empezado con el tratamiento de radioterapia. Me darán el mínimo número de sesiones protocoladas.

El hecho de que te anuncien que padeces cáncer y vivir todo el proceso de enfermedad es muy difícil de asimilar. En mi caso, además, el tema de la pandemia conllevó que lo viviera, durante un tiempo, menos acompañada de lo que me hubiera gustado, aunque he contado siempre con el soporte de mi familia y amigos. Además, asociaciones y fundaciones privadas me han brindado apoyo psicológico a nivel profesional y mediante formaciones y encuentros y todo esto me ha ayudado mucho. Igualmente, considero que las instituciones deberían de trabajar en pro de garantizar que este servicio está disponible para todos los pacientes oncológicos que lo necesitan y también de proporcionar más soporte económico a todas estas asociaciones y fundaciones.

Considero, también, que desde la administración se debería de tener en cuenta que el cáncer y sus tratamientos conllevan gastos extraordinarios que algunos pacientes oncológicos no pueden asumir, pero tampoco obviar: pañuelos, vitaminas, suplementos, cremas, etc. En este sentido, creo que sería interesante que a nivel público se impulsara algún tipo de ayuda económica accesible. Es verdad que la atención sanitaria que brinda la Seguridad Social es inmejorable según mi experiencia, pero este aspecto se podría revisar.

Finalmente, quiero poner en valor la importancia de mejorar la inversión pública que se destina a la investigación del cáncer. Yo, por suerte, tuve un diagnóstico temprano y el pronóstico fue bueno, pero muchas veces me planteo que hubiera pasado si esto no hubiera sido así. Es imprescindible que existan soluciones para todos los casos de cáncer que hay que tratar y conseguirlas pasa por mejorar el presupuesto que se destina a lo mencionado.

Es por todo lo presentado que me dirijo a los políticos de la Asamblea de Extremadura, ya que son quienes me representan, para que puedan darme respuestas sobre lo planteado: “La investigación es crucial para contar con soluciones. Además, ¿Por qué no se financian los gastos extraordinarios que conlleva la enfermedad?”