Me llamo Olga Alejandre y estoy a punto de finalizar mis estudios de nutrición. Mi relación con la comida no ha sido siempre la mejor del mundo, pero no fui plenamente consciente de ello hasta los 18 años. Comencé con lo que se denomina “trastorno por atracón” y este derivó en bulimia; pueden parecer lo mismo, de hecho, mucha gente piensa que lo son, pero no es así. En la bulimia ingieres grandes cantidades de comida en episodios determinados que, posteriormente, tratas de expulsar por diversas vías,  provocándote el vómito o mediante la ingesta de laxantes; por el contrario, en el trastorno por atracón, se ingieren grandes cantidades de comida de forma descontrolada y después se experimenta un sentimiento de culpa pero, en este caso, el individuo no hace nada para compensar esta sobreingesta.

Mis problemas con la comida comenzaron en el instituto, antes no le daba importancia a lo que comía o a lo que dejaba de comer, pero durante la adolescencia, que es le periodo más vulnerable  para caer en este tipo de trastornos, empecé a preocuparme por ella y mi aspecto físico. La situación se desbordó cuando tuve un grave problema familiar lo que me llevó a refugiarme en la comida, era mi vía de escape.

Es bastante obvio que, aunque cada vez menos, los TCA (trastornos de la conducta alimentaria) siguen estando sesgados. La mayoría de mujeres, estamos sometidas a una gran presión social que aumenta cuanto más joven eres; esto te hace más vulnerable ante estas situaciones y que tengas más posibilidades de caer en un trastorno de este tipo.

Hay muy pocas ayudas para la gente con trastornos alimentarios y, las pocas que se dan, llegan de forma muy lenta mediante la sanidad pública; esto hace que haya que recurrir a centros privados, algo que no mucha gente puede permitirse ya que las ayudas necesarias para este tipo de problemas como un nutricionista o un psicólogo, no son precisamente económicos. Además, necesitamos más concienciación social y dar mayor visibilidad en los centros escolares, la base está en la educación.

Por ello, pido a los políticos del Congreso de los Diputados más ayudas por parte del Estado para personas vulnerables a los TCA; se necesitan más terapias, centros apoyo y más profesionales dedicados a esto en la salud pública. Por otra parte, de la misma forma que se invierte en otro tipo de campañas de concienciación social, el Estado debería invertir en campañas de concienciación sobre los trastornos de la conducta alimentaria. Los TCA están a la orden del día y no es un problema que podamos seguir obviando porque, si no se cogen a tiempo, pueden acarrear problemas mucho mayores.