Nací en 1981 con una cardiopatía que se podría explicar de la siguiente manera: es como si cogieras un espejo, mirases tu corazón y te lo encontraras al revés. Llevo conviviendo con ello desde niño y puedo decir que, a día de hoy, tras mucho esfuerzo, lo llevo bien. 

Mi arteria aorta nace a la derecha por detrás del esternón y se crean agujeros en los ventrículos. Además, cuento con mi tercera fístula artificial, un tubo para que oxigene más el pulmón. Me operaron hace aproximadamente 10 años y quede muy bien, pero antes no podía ni abrocharme los zapatos, estaba muy limitado. Ahora hago yoga, voy a pasear lo que puedo y, en resumen, hago una vida normal, o lo que para mí es normal.

Aun así, hace muy poco, me surgió una infección por primera vez, que consiste en la hinchazón del músculo de alrededor del corazón. Es difícil que desaparezca, porque la infección está en una especie de muelle por lo que no se puede sacar. Al principio me costó más, pero cada 15 días me dan antibióticos en el hospital y lo llevo mejor. Por otro lado, yo saturo un 81% de oxígeno, eso puede provocar un tumor hormonal y, de hecho, tuve dos. Fui el único caso en toda España con dos tumores hormonales. Mi caso es estudiado y rarísimo. Sí que es verdad que hubo una evolución al tratar mi caso.

Ahora mismo, estoy trabajando en una empresa especializada, como persona que padece una discapacidad, porque en otro tipo de empresas es muy difícil acceder con mi condición. A nivel social, tengo la sensación de que siempre tienes que estar justificándote, siempre tengo que demostrar que estoy enfermo porque mi enfermedad no es visible, nadie la nota por la calle. 

En este sentido, lo que me gustaría reivindicar es que se dé visibilidad a las discapacidades que no son aparentemente visibles. Necesitamos apoyo y que se impulsen campañas de concienciación social; nosotros también sufrimos.

Por eso desde aquí, pido a los políticos del Senado que actúen en consecuencia: “¿Podemos dejar de pasar por alto esta discapacidad?”