Yo siempre he pertenecido a sectores de la izquierda que defienden la autodeterminación.
Yo pertenecía a EB, partido federado con IU que defendía la autodeterminación (siguiendo la tradición de la izquierda que acuñó dicho termino y le dio desarrollo en experiencias históricas del siglo XX). Mi posición antes y ahora era clara, creo que Euskal Herria es un sujeto político que tiene derecho a decidir libre y democráticamente su futuro sin imposiciones ni cortapisas ajenas y atendiendo unicamente a la voluntad libre y democráticamente expresada por su ciudadanía. Cuando en IU decidieron no votar a favor de la admisión a tramite del llamado Plan Ibarretxe en el congreso empiezo a tomar conciencia de que en esta cuestión operan dos lógicas identitarias enfrentadas, la vasca y la española. Sobra decir que me siento parte de la primera de ellas desde una visión no excluyente ni dogmática y nada cerca de la segunda que opera y actúa como marco convivencial impuesto y al servicio de realidades ajenas a mi pueblo y las necesidades de este. No creo, y de esto ya hace tiempo, que exista margen en el estado para levantar un modelo de estructura territorial basado en la libre adhesión de las partes o naciones que actualmente lo integran. Cuando eso es así, desde mi punto de vista, tiene tantos visos de ser real esa federalidad o confederalidad como esperar al unicornio azul. Y si a eso le unes que considero que la correlación de fuerzas para accionar cambios profundos en lo económico y en lo social son más favorables en Euskal Herria que en el estado no creo que quepan dudas sobre la pertinencia de fortalecer la izquierda soberanista e independentista en Euskal Herria desde una perspectiva de clase.
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