Me llamo Sara, tengo 54 años y estoy doctorada en historia del arte. Me interesé por el tema de la adopción de animales en el año 2001, cuando adopté a un perro abandonado procedente de un refugio; al año siguiente, acudí a una casa de acogida de animales. Posteriormente, me fui a vivir al campo y me hice casa de acogida de animales abandonados o en grave dificultad. Empecé por mi cuenta, y poco a poco, fui conociendo a más gente y asociaciones que realizaban la misma labor. Ahora tengo animales adoptados, en acogida y rescatados; me parece imprescindible realizar estas labores debido al elevado número de animales sin hogar que hay en España; tanto la adopción como la acogida permiten ofrecerles la vida que merecen.

Respecto a las acogidas, pueden ser misión imposible si no existe una asociación solvente que la financie y que cuente con veterinarios y colaboradores. Los animales rescatados, suelen estar en condiciones deplorables, por tanto, necesitan atención veterinaria inmediata, medicación, protocolo de vacunación etc. las casas de acogida son escasas y suelen estar masificadas de animales propios y temporales; en muchas ocasiones, no encuentran el apoyo económico que necesitan, por lo que los animales no pueden recibir la atención requerida. Es fundamental que reciban financiación y una reducción de precios por parte de los veterinarios, además de ayuda para encontrar adoptantes aptos para los animales. En muchos casos, también necesitan una red de colaboradores; la sociedad tiene que ser consciente de la gran cantidad de animales sin hogar que hay en nuestro país.

Necesitamos una sociedad madura, más solidaria y más adoptantes para todo tipo de animales; que amplíen el número de casas de acogida, que más gente se implique en colaborar en estas labores, más recursos económicos, y más ayuda y orientación a la hora de buscan adoptantes definitivos. Es fundamental educar a nuestra sociedad para que no haya una cría indiscriminada, mal manejo de animales, y finalmente, abandonos de los mismos. En los últimos años, han aumentado los voluntarios, y tal vez la situación ha mejorado en cierta medida, pero queda mucho por hacer. El Estado no hace lo suficiente, y una perrera o un zoo no son el mejor lugar para estos animales, ya traumatizados.