Pregunta para Parlamento de las Islas Baleares
Me llamo Sara y tuve trastorno por atracón debido a un abuso que sufrí en la adolescencia y que me callé durante años. ¿Cuándo se concienciará más sobre los trastornos de la conducta alimentaria y todo le que puede haber detrás?
Me llamo Sara, soy de Menorca y hoy me gustaría compartir mi historia con el objetivo de concienciar y a la vez ayudar a mucha gente que quizá ha pasado por una situación parecida a la mía. Yo siempre había sido una chica delgada, de 56 kg, y más bien “buena”, inocente, la típica que sacaba siempre buenas notas. Esto cambió el día que cumplí 16 años, en que sufrí un abuso por parte de siete chicos que me marcó para siempre.
Aquel día llevaba un jersey que me habían regalado mis padres, y me lo rompieron. Cuando había pasado todo, me tapé con la chaqueta para que no se viera el jersey, me hice una coleta, me intenté lavar como pude y me fui para casa. Cuando llegué, estaba toda mi familia esperándome para soplar las velas. Yo estaba muy nerviosa, en estado de shock. Les pegué un grito y me metí deprisa al baño para lavarme y que no se dieran cuenta del estado en que llegué.
El día del abuso nos vio una chica de lejos y vino a ayudarme. Días más tarde, lo comentó en el instituto, pero yo insistía que solamente nos habíamos peleado. No quería decir la verdad porque me sentía culpable, porque pensaba que todo lo que había pasado había sido culpa mía. A raíz de todo aquello, empecé a bajar las notas dramáticamente, a tomar alcohol y probar drogas, y empecé a comer de forma impulsiva. Por supuesto, mis padres no entendían nada, ya que no sabían lo que me había pasado, y a los 19 años me fui de casa.
De los 19 a los 20 fueron años muy oscuros en mi vida, realmente estaba muy perdida, llegando incluso al punto de intentar suicidarme. Más tarde salí de esa oscuridad, pero seguí refugiándome en la comida, era la droga que a mí me acompañó. Conocí al padre de mis hijos, que actualmente ya no es mi pareja, tuve a mi primera hija a los 21 años, y a mi segundo hijo a los 23 años. De cara a la galería, parecía que iba todo bien, pero yo no paraba de comer a escondidas y no paraba de engordar, llegando a los 130 kg respecto a los 56 kg que pesaba a los 16 años.
Era como si llevara una doble vida: delante de las personas comía sano y en pocas cantidades, y luego por las noches me daba los atracones. En mi vida se me habría ocurrido que alguien me viera comiendo de aquella manera. Eran unas cantidades tan grandes y una impulsividad tan incontrolable que me avergonzaba incluso hablar de ello. Yo hacía ver que no entendía por qué me engordaba, era muy difícil que me descubrieran porque me esforzaba muchísimo en ocultarlo, como ocurre generalmente con los trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
A los 27 años me separé del padre de mis hijos. Fue una época en que me sentía muy mal por mi aspecto físico, me veía sola, pensaba que nunca encontraría a ningún hombre y que no encontraría trabajo. También estuve un tiempo bebiendo a escondidas porque me sentía mal después de los atracones. A veces las personas necesitamos tocar fondo para empezar a hacer un cambio. En mi caso, fue aquel periodo.
Fue entonces cuando empecé a trabajar en mí, empecé a ir a una psicóloga que hacía terapias más alternativas. Me ayudó a sanar a mi niña interior, a potenciar mi creatividad. Le conté mi experiencia traumática y a partir de ahí empezamos a trabajar el tema de los abusos, empecé a reconstruir las partes de mí que estaban tan rotas. Fue así como me animé para empezar a comer bien.
Tuve que probar varios métodos, empezando por la típica dieta de 1.500 calorías, que para mí fue una pesadilla. También pasé por métodos en que me restringía de ciertos alimentos, y lo único que hice fue ir adelgazando y engordando, pasando incluso por la recaída a los atracones. Finalmente llegué a un método más alternativo que a mí me funcionó, y creo que cada persona debe encontrar el método que mejor le vaya. La gente juzga mucho este tema, sin entender que el problema de las personas con trastorno por atracón es que no sabemos comer.
A día de hoy, he perdido 40 kg respecto a los 130 kg a los que llegué. En su momento, me consideraba una abanderada de las “gordas felices”, justificando que el problema era de la sociedad y no nuestro, pero en el fondo no estaba bien, ni física y psicológicamente, y necesité todo un proceso para llegar a ser sincera conmigo misma. Salir de aquella oscuridad me motivó para hacerme coach y ayudar a otras mujeres que tienen problemas con la comida, de las cuales la mayoría también han sufrido abuso.
Es por todo esto que me quiero dirigir a los miembros del Parlamento de las Islas Baleares, ya que soy de las Baleares y son mis representantes en dicha cámara, para que se lancen más campañas de concienciación sobre los TCA y todo lo que puede haber detrás, como puede ser un abuso, acoso escolar, maltrato, entre otros.
También me gustaría concienciar sobre el peligro de la visibilidad y permisibilidad que se da a la comida procesada. No solo la mayoría de los productos de los supermercados son nocivos para nuestra salud, sino que además se le da publicidad de forma deliberada. Para mí la comida era como una droga, y ver en la calle anuncios de comida basura era como ver un anuncio de cocaína. Por eso creo que debería haber mucha más concienciación, empezando por los colegios y los medios de comunicación, sobre la alimentación que tenemos hoy en día y los peligros que conlleva.