Me llamo Sorina y vivo en Almería. Yo era una persona nerviosa y activa, pero a principios del año 2015, me empecé a notar cansada. Tenía fiebres, sudoraciones, vómitos, perdí mucho peso, etc. Basándose en estos síntomas, decidieron practicarme una analítica que salió alterada. Más tarde, me diagnosticaron una Leucemia Linfoblástica Aguda.

Empecé un tratamiento que combinaba un seguido de quimioterapias y que se alargó por dos años y medio. En agosto de 2017 terminé y empecé a tratarme y a recuperarme de los efectos secundarios que me había conllevado. A la vez, me hacían revisiones rutinarias de control y en mayo de 2021 me anunciaron que había recaído.

Esta vez, para recuperarme tenía que someterme a un trasplante de médula ósea. Para recibirlo, tuve que trasladarme a Málaga. De entrada, me dieron unos cuantos ciclos de quimioterapia y luego estuve 30 días aislada. Después, tuve que estar cuatro meses más en Málaga y hace muy poco que he podido volver a Almería. En estos momentos me estoy recuperando; casi no tengo fuerza, no tengo mucho apetito, noto irregularidades relacionadas con la menstruación, etc. también me están vacunando de nuevo.

Tenía 15 años cuando me diagnosticaron por primera vez y ahora tengo 22. Considero imprescindible que las instituciones se planteen la necesidad que hay de que se mejore la inversión destinada a la investigación del cáncer infantil con el fin de restar agresividad a los tratamientos y de hacerlos más llevaderos. Los niños y jóvenes que padecen cáncer tienen una vida entera por delante y es importante que, además de garantizar la curación, se apueste para garantizar una buena calidad de vida a todos ellos.

Es por lo presentado que me dirijo a los políticos del Senado, para que me respondan a la pregunta: ¿Por qué no se mejora la inversión destinada a la investigación del cáncer infantil con el fin de restar agresividad a los tratamientos y de hacerlos más llevaderos?