Pregunta para Parlamento de Catalunya
Estuve años recorriendo hospitales hasta que me operaron de dos nódulos en el útero. ¿Para cuándo más investigación y formación sobre la endometriosis?
Me llamo Tania, soy de Mollet del Vallès (Barcelona) y tengo 37 años. Siempre había tenido reglas normales, sin ninguna sintomatología que se saliera de lo habitual. Fue hace unos cuatro o cinco años cuando empecé a tener dolores ováricos muy fuertes cada vez que tenía la regla.
Fui al médico y me encontraron un pequeño quiste en el ovario derecho. La ginecóloga me dijo que volviera al cabo de un mes para hacer revisión, y cuando volví se había hecho mucho más grande. Estuve con visitas mensuales durante cuatro o cinco meses, con el quiste cada vez más grande, pero sin hacer nada al respecto.
Un día, de repente, sentí un dolor muy fuerte, una barbaridad. Fui de urgencias y, según me dijeron, había habido una torsión del ovario, lo que hizo que el quiste reventara, de ahí el dolor tan agudo que sentía. Me operaron de urgencias para extirparme el ovario derecho entero y me diagnosticaron endometriosis aguda.
Después de todo aquello, empecé a tener síntomas cada vez que tenía la regla: dolores, vómitos, diarrea, bajada de peso… Esta sintomatología pasé de tenerla cada mes a tenerla cada día. Ahí empezó mi bagaje por diferentes hospitales públicos. En todos los análisis salía que estaba todo correcto, también me hicieron algunas pruebas y tampoco me encontraron nada. Al ver que por la pública no encontraba solución y yo seguía encontrándome mal y perdiendo peso, opté por entrar en una mutua médica para ir por la vía privada. Visité los mejores hospitales privados de Barcelona, y ni aun así vieron que tuviera nada.
Como no encontraba solución, tiré la toalla e intenté aprender a convivir con ese dolor y mantener mi ritmo de vida, trabajando en un gimnasio y haciendo deporte, ya que soy una persona muy activa. Durante los dos últimos años fui cada vez a peor sin ni siquiera darme cuenta. Pero un día conocí a una clienta del gimnasio que es ginecóloga, y ella me dio el contacto de la Unidad de Endometriosis del Hospital de la Vall d’Hebron.
Al cabo de dos meses, el junio del año pasado, fui a visitarme. Cuando la doctora me palpó por dentro, tanto ella como yo notamos que había algo. Me envió a hacer una resonancia y, cuando tuvieron los resultados en agosto, la doctora me confirmó que tenía un nódulo en la parte posterior del útero, una zona bastante complicada.
En diciembre del año pasado me operaron en Vall d’Hebron. Los meses anteriores tenía miedo de que me anularan la intervención, al ver que iban cancelándolo todo a causa de la pandemia. Estuve en quirófano cinco horas, ya que resultó que al final tenía dos nódulos detrás del útero. Me extirparon las trompas, el útero, y también un trozo del intestino y del recto. También me encontraron quistes en el ovario izquierdo que quitaron, pero sin tocar el ovario. Al ser una operación tan invasiva, el postoperatorio fue muy duro. Me previnieron que podría tener problemas de incontinencia, pero fue más bien lo contrario, tenía dificultades para ir al baño. También tuve que ir a urgencias dos veces por dolores.
Hace un tiempo que he empezado a recuperarme, siento que vuelvo a ser yo de nuevo. Pero han sido años muy duros en los que me he sentido muy incomprendida. Los nódulos provocados por la endometriosis me estaban destrozando por dentro, llegando a pesar 38 kg. Lo peor es que algunos profesionales se plantearon si lo que tenía era anorexia, cuando justamente lo que tengo mejor es la cabeza: es lo que me ha ayudado a lidiar con todo esto, incluyendo el hecho de no poder ser madre biológica.
Como no quiero que ninguna otra mujer tenga que pasar por lo mismo, me dirijo a los miembros del Parlament de Catalunya, ya que soy de Catalunya y son mis representantes en dicha cámara, para que se investigue más sobre la endometriosis y el aparato reproductor femenino en general, y que haya más formación entre los profesionales sanitarios.
Finalmente, me gustaría dar las gracias a todo el equipo de Endometriosis de Vall d’Hebron por su trato impecable y por ser unas profesionales como la copa de un pino. También a Raquel Ferrer Oliveras, mi salvadora, por facilitarme el acceso al hospital y, por supuesto, no me olvido de mi mujer, Cristina, quien me ha estado apoyando durante todos estos años. Las personas enfermas sufren, pero sus acompañantes también, no debemos olvidarlo.