Cuando mi hijo Manu nació, en el año 1982, detectaron que había llegado al mundo con los ventrículos del corazón cambiados. Tenía una trasposición de los grandes vasos, pero como en Bilbao ni en el País Vasco había medios para operarle, tocó viajar a Madrid. 

Gracias a un familiar pudimos dormir allí, pero todo se complicó. Él llegó andando y hablando y volvió a Bilbao sin poder hablar, expresarse ni caminar. Aquella operación cambió todo y una negligencia médica dio al traste con nuestra vida tal y como la conocíamos.

La llegada de su hermano, con el que se lleva cinco años, fue un soplo de aire fresco y una ayuda para él. Comenzó a gatear a la vez que lo hacía el pequeño, a caminar y a desarrollarse a la par. 

Afortunadamente todo ha cambiado y gracias a impulsos particulares todo ha evolucionado. A día de hoy vivimos de la pensión que cobra Manu y de la que cobro yo, sin ningún tipo de lujo ni exceso. Día a día. 

Por eso, aunque ya no sea tiempo para pedir rehabilitaciones o terapias porque Manu ya tiene casi 40 años, pido que sepan la situación por la que hemos pasado y pasamos. Que se comprometan a mejorar nuestra vida y la de todos aquellos que sufren cardiopatías. 

Estoy segura de que afrontar esta situación, que sin duda habrá empeorado en los tiempos del Covid, se encuentra en los planes de algunos políticos, pero necesitamos soluciones cuanto antes: les instamos a que rubriquen sus compromisos en este asunto.

A todos los demás os agradezco mucho el apoyo a este tema, pidiendo que lo difundáis por todas vuestras redes. Juntos lo conseguiremos. Muchas gracias a todos.

Súmate a esta iniciativa ¡todos ganamos!