Pregunta para Congreso de los diputados
Soy mujer trans pero fui tránsfoba por la educación que recibí, que me llevó a las drogas y la depresión: Firma por una educación libre de roles de género
Mi nombre es Yulia, soy una mujer trans de 34 años que vive en Madrid. Hoy empiezo a transicionar -en el plano físico- hacia la mujer que toda la vida me han negado ser. Por los derechos de la comunidad, quiero contar mi historia, para que sirva de ejemplo sobre la importancia que tiene para los niños una educación libre de roles de género.
Nací y crecí en Venezuela. Cuando tenía entre cinco y siete años -no sé concretar porque ese recuerdo lo he intentado borrar- abusaron de mí. A raíz de ese trauma, intenté ser un súper macho. Cuando crecí y comprendí lo que me había pasado, sentí un dolor que intenté paliar con drogas. Durante mi adolescencia, me refugié en las drogas como vía de escape también por la disforia de género que sentía. No sentía comodidad con el reflejo que me devolvía el espejo ni con mi imagen en las fotografías. Me odiaba muchísimo y por esa razón huí hacia las drogas. Me negaba a ir a terapia porque consideraba que yo podía entenderme y, por tanto, no lo necesitaba.
Mi educación y la sociedad a mi alrededor me decía que ser transexual no estaba bien. Llegué a pensar que me gustaban los hombres, algo que tampoco estaba bien visto. Pero lo cierto es que sentía una gran feminidad en mí, y sentía que no daba la talla como hombre, que no era suficiente. Cuando tenía 22 años, vine a España a estudiar hostelería y ya me quedé, dada la situación en mi país. Soy chef profesional.
Cuando ya era adulta, con unos 28 años, empecé a leer sobre la transexualidad. Sentía mucho odio hacia los transexuales y no entendía por qué. A partir de esa investigación descubrí el concepto de disforia de género y, entonces, decidí acudir a terapia. Durante ese momento vital, entendí que no verme bien, no querer vivir y sentirme tan deprimida no era normal. Los profesionales corroboraron que tenía disforia. Durante los dos años siguientes, no era capaz de aceptar mi identidad. Así que decidí llevar una doble vida: en la intimidad era chica y cuando tenía que salir a la calle era un hombre. Hasta que llegó un momento en que entendí que llevar una doble vida me estaba afectando en mi salud mental. Tenía que elegir. El problema es que mi vida venía determinada por un criterio muy homófobo y tránsfobo. Yo no concebía que pudiese ser transexual y prefería quitarme la vida antes de reconocerme como transgénero.
Poco a poco fui trabajando ese aspecto. Entendí que si es lo que soy, tengo que ser y florecer. Hace dos meses decidí salir del armario y sentar a mi familia para contarles que soy transgénero y había tomado la decisión de transicionar. Les conté que me concibo como mujer y quería que me llamasen Yulia pero no lo tomaron bien. Su respuesta fue de negación. Ellos, en el fondo, quieren apoyarme y acompañarme pero vienen de una cultura latina donde las personas como yo no están bien vistas.
Yo vivía sola pero la pandemia ha supuesto un gran golpe para la hostelería. Al verse afectados mis ingresos, tuve que volver a casa de mis padres. Ahora vivo con ellos en Madrid y están viviendo mi transición. De vez en cuando, me atrevo a vestirme como me gustaría y a mi madre se le van los ojos. Si en algún momento, decido maquillarme, mi madre abandona la habitación para “no tener que verme así”. Es muy duro. Ellos no entienden que para mí es un cambio y un proceso. Porque estoy estigmatizando un ser que traté de ser durante 31 años y tratando de nacer de nuevo. Necesito que me acompañen aunque entiendo que ellos están en su dolor y en su propio duelo. Ahí no puedo entrar. Pero sí siento que es importante normalizar la realidad: no es nada malo ser como nos identificamos y como queremos ser. Es terrible tener que vivir adaptándonos a unos criterios injustos que nos bloquean para ser como queremos ser.
Yo pensaba que para transicionar tenía que empezar una terapia de hormonas y tener un diagnóstico médico. Pero eso no es necesario en la Comunidad de Madrid desde 2007. De las 12 comunidades, en 8 de ellas te puedes autodeterminar y empezar a recibir hormonas sin ningún problema. Hoy he ido al Hospital Ramón y Cajal para empezar este proceso.
Mi petición va hacia la despatologización de las personas trans. Considero que es importante que haya más información. No tiene nada de malo ser transgénero. Está estigmatizado como algo malo y, por ello, la juventud sufre mucho. Crecer pensando en que no eres suficiente acaba derivando en problemas mentales. Pero si tienes acceso a estas realidades desde pequeño es más sencillo aceptarse a una misma. Sirva mi historia para explicar la importancia que tiene abolir los roles de género en la educación.
Políticos del Congreso de los Diputados, las personas trans tenemos derecho a ser, ¿qué medidas proponen para abolir los roles de género en la infancia? Gracias por apoyar mi campaña por los #derechostrans