Me llamo Adrián y vivo en Asturias. Meses antes de recibir un diagnóstico de cáncer de testículo, empecé a padecer episodios intermitentes de dolor. Al principio, no le di importancia a la sintomatología precisamente por eso, porque los dolores eran intermitentes, pero con el paso del tiempo, empecé a pensar un poco más en ello. Palpándome no encontraba nada; de hecho, me percaté de que no sabía cómo palparme correctamente porque nunca había recibido la información pertinente para hacerlo, así que, a medianos de febrero de este mismo año, consideré pedir cita con un urólogo privado. Una vez me visitó el especialista en cuestión, solo explorándome de manera superficial me indicó que tenía un bulto y que necesitaba que me practicaran una ecografía. Cuando tuve los resultados de la prueba en cuestión, ya leí que me habían encontrado una masa y acudí por urgencias al hospital público. Una vez allí, todo fue muy rápido. Después de pocos días tuve consulta en urología y me dieron la noticia de que padecía cáncer de testículo.

Rápidamente, me intervinieron quirúrgicamente, me analizaron los marcadores tumorales y me practicaron un TAC. Con la operación me extirparon el testículo, pero con el TAC vieron que tenía afectación en la zona retroperitoneal y en los pulmones, así que en marzo tuve que empezar con un tratamiento de quimioterapia. Fue un proceso muy duro. Según el protocolo, tenía que someterme a cuatro ciclos, pero una vez terminados, los médicos constataron que los niveles de marcadores tumorales no estaban todavía en negativo, así que necesité otro ciclo. Entonces bajaron y teniendo en cuenta que el tratamiento mencionado me había conllevado efectos secundarios severos, entre ellos neuropatía, decidieron pararlo. Me practicaron un TAC y vieron que los pulmones estaban libres de enfermedad, solo existe una pequeña masa de 0,5 cm que se ubica en la zona retroperitoneal y que, por el momento, me mantienen controlada para que no crezca. Si aumentara de tamaño, me tendrían que intervenir quirúrgicamente, pero hasta ahora no ha sido necesario. Desde junio que me someto a revisiones rutinarias.

La mejora en la inversión pública que se destina a la investigación del cáncer y de sus tratamientos es crucial; solo la ciencia sirve para avanzar hacia la curación, así como hacia tratamientos más eficaces y, sobre todo, menos agresivos e invasivos. Además, considero que es necesario que se tomen en consideración todas las tipologías de cáncer y que, en este sentido, se impulsen campañas de información y de concienciación. El proceso de enfermedad por el que he transitado me ha hecho percatar de que, a nivel social, en algunas ocasiones se resta importancia al cáncer de testículo y lo asocio al hecho de que en general tiene un buen pronóstico para la curación. Aun así, hay que ser conscientes de que un proceso de enfermedad de este calibre es muy duro de transitar desde el momento del diagnóstico hasta llegar a obtener el alta. Hay que insistir en la prevención. Para esto, solo se pueden impulsar campañas informativas; como he explicado anteriormente, yo no sabía ni como palparme cuando empecé a padecer dolores.

Es por todo lo presentado que me dirijo a los políticos de la Junta General del Principado de Asturias, ya que son quienes me representan: “El cáncer de testículo está poco visibilizado y se le resta importancia. Es imprescindible que además de mejorar la inversión en investigación, se impulsen campañas informativas y de sensibilización sobre esta afección”.