Pregunta para Asamblea de Madrid
Mi nombre es Alberto y durante cuatro años he sufrido acoso académico. ¿Por qué permiten que una persona sufra maltrato psicológico en cualquier punto de formación educativa de su vida?
Me llamo Alberto, soy de Málaga y comencé mi carrera como musicólogo en 2011. A finales de 2016 comencé mi contrato para la realización de mi tesis doctoral con la beca de Formación de Profesorado Universitario (FPU) en una universidad de Madrid.
Al escribir una tesis, sobre todo si tienes beca, te encuentras en un punto intermedio entre la formación universitaria y el mundo laboral: eres un alumno con salario. Para hacer esto, necesitas convertirte en el discípulo o doctorando de un supervisor que tiene un poder absoluto sobre ti. Si surgen conflictos, alegan falta de rendimiento y te quedas sin contrato. Absolutamente todo depende del beneplácito de la persona que puede favorecerte o, como a mí, hacerte la vida imposible durante cuatro años.
Antes de la firma del contrato comenzaron los problemas. Recibí una serie de comentarios ofensivos y denigrantes por parte de este supervisor, como que era una mierda en mayúsculas y que tendría suerte si mi proyecto lo revisaba alguien que no supiese nada del tema. A partir de ahí, la relación fue en constante declive. Todo lo que hacía estaba mal, escribía comentarios despectivos sobre mi trabajo como que era ramplón, que era decepcionante y que le dejaba perplejo para mal. En una reunión me llegó a llamar “mona de feria”. Pero claro, si te dicen que tu trabajo es “indigno e impresentable por escuálido y paupérrimo” se supone que están valorando tu trabajo, y no atacándote a ti como persona. Esto da lugar a un juego cínico en que ves como te insultan sin que puedas pedir ayuda porque… están “valorando” tu trabajo, y no insultándote a ti.
Denuncié en varias ocasiones la situación en la universidad y nadie me hizo caso. La opción era siempre la misma: si quieres seguir tienes que aguantar, no podemos hacer nada. Cada vez que denunciaba sentía como los profesores se agrupaban y apoyaban entre ellos sin hacer nada por intentar protegerme y yo sentía como al final la culpa de todo era mía por no aguantarme en silencio. En 2019, el médico me llegó a derivar a psiquiatra por trastornos de ansiedad, insomnios y pesadillas.
Tras cuatro años escribiendo la tesis, por fin llegó el momento de entregar y, para mi sorpresa, todo estaba mal. Tendría que matricularme un año más y comenzar todo de nuevo. No podía más. En ese momento decidí parar y denunciar la situación. Hubo meses de mucha tensión. Cada día era para mí una incógnita. Por suerte tenía a mi familia como apoyo. Al final, mi universidad encontró una excusa para expulsarme en febrero de 2021: no estaba correctamente matriculado. Obviamente, para matricularme necesitaba la firma de mi supervisor.
Si denuncias a tu acosador, simplemente, te quedas fuera del juego. Nadie se enfrenta a su compañero de trabajo para protegerte. Y eso es lo que me ha pasado a mí. Después de cuatro años de trabajo pagados por el contribuyente me voy con las manos vacías. Por suerte, otras universidades han sabido valorar mi trabajo y podré terminar mi tesis, aunque invirtiendo dos años más de mi vida en un proceso que ya debería estar cerrado.
El acoso no se termina en la escuela. Por suerte, nunca sufrí bullying en el colegio; por desgracia, lo he sufrido en la universidad. Las consecuencias psicológicas han sido devastadoras; no quiero ni imaginar lo duro que debe ser para un niño o adolescente sufrir el calvario que yo he sufrido en la universidad. No entiendo por qué en nuestro país permiten que una persona sufra maltrato psicológico en cualquier punto de formación educativa de su vida.
Por todo ello, como alumno y profesional universitario de Madrid me dirijo a los miembros de la Asamblea de Madrid. Es necesario acabar con estos abusos que permiten que existan situaciones de grave maltrato psicológico en las escuelas, institutos y universidades. Les pido, por favor, que tomen urgentemente medidas al respecto.