En febrero de 2017, cuando tenía 23 años, tres personas de origen dominicano me agredieron en plena calle para intentar robarme el móvil. Ocurrió todo muy rápido, intenté evitar el robo forcejeando con mis agresores hasta que uno de ellos me apuntó con una pistola y disparó: la bala atravesó el brazo y entró por el pulmón. Los atacantes salieron corriendo y yo mismo tuve que pedir auxilio con mi móvil porque nadie en la calle vió lo que ocurrió. 

Minutos después, mientras yo estaba vomitando sangre, una chica que venía en un taxi se paró a ayudarme. Primero llegó una dotación de la policía y luego una ambulancia que al parecer no tenía el equipamiento necesario para trasladarme de urgencia al hospital, mientras llegaba otra ambulancia perdí el conocimiento y sólo recuerdo que desperté en el hospital aún con la bala en el interior de mi cuerpo. Mi vida había cambiado por completo en un instante, sobreviví a un tiroteo en plena calle pero mis problemas no acabaron con el ingreso en el hospital. 

Aunque parezca increíble he estado más de tres años con la bala alojada dentro de mi cuerpo entre dos vértebras, toda una negligencia médica que yo achaco al continuo cuestionamiento que he sufrido desde que me atacaron en plena calle. Me he sentido abandonado institucionalmente: nunca identificaron a mis agresores a pesar de que el ataque se produjo en una calle de Madrid y la policía puso en duda si lo que me ocurrió fue un ajuste de cuentas. Nunca probaron nada pero yo fui víctima de un atraco a punta de pistola, le podía haber pasado a cualquiera.

Tras años de calvario médico en los que mi estado de salud me ha impedido muchas veces trabajar para salir adelante, en septiembre de 2020 por fin me extrajeron la bala de mi cuerpo, tres años después.

En paralelo, he intentado recuperar mi vida pero trabajar con mis secuelas de salud ha sido imposible en muchas ocasiones. Desde 2018 vengo luchando contra un muro burocrático para intentar que me concedan la incapacidad laboral a la que tengo derecho, para así poder optar a algún tipo de ayuda económica. Nadie me ha ayudado a gestionarlo y sigo esperando a que reconozcan que mi salud no me permite hacer trabajos físicos. Sin ese reconocimiento me siento doblemente discriminado y abandonado, siempre al borde de la exclusión: ni se hizo justicia con los agresores que me pegaron un tiro ni parece que a nadie se haya preocupado por reconocer mi condición de víctima.

Quiero que se haga justicia, que no se olvide mi caso y que las instituciones me atiendan como es debido. Soy un ciudadano español y no quiero que nadie más tenga que volver a pasar por algo parecido. Por eso quiero que mi historia llegue hasta los representantes políticos de la Asamblea de Madrid y para eso cuento con vuestra ayuda firmando y compartiendo esta petición para que pueda ser escuchado. ¡Gracias!