Pregunta para Cortes Valencianas

El alumnado con necesidades especiales no está siendo atendido como debe, ni está siendo integrado en el grupo. ¿Cuándo se hará un cambio de paradigma en la educación y se incluirán más figuras no educativas en las escuelas para ayudar en la inclusión?

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Anabel Marco Pregunta de Anabel Marco

Me llamo Anabel Marco y soy maestra especialista en Pedagogía Terapéutica, una especialidad dentro de la Educación Primaria. Nuestras funciones son atender al alumnado con necesidades educativas especiales o necesidades específicas de apoyo educativo. Atendemos al alumnado ya sea con diversidad funcional por trastornos cognitivos o del neurodesarrollo, motores, del lenguaje o alumnado que no tiene ningún trastorno ni discapacidad, pero tienen dificultades de aprendizaje derivadas de cualquier circunstancia. También atendemos al alumnado que desconoce el idioma o que tiene trastornos de conducta. Todos estos niños y niñas que sin la atención adecuada no son capaces de seguir el ritmo habitual de un aula.

Más que servir de apoyo, abordamos las carencias que tiene este alumnado, de manera personalizada, respecto a lo que se espera del grupo en conjunto. De un apoyo puede beneficiarse cualquier alumno o alumna aunque no tenga dificultades; todos y todas podemos necesitar un empujón en un momento determinado. Lo que hacemos va un poco más allá, no es simplemente ayudar, es una intervención centrada en las características de la persona y del trastorno.

Empecé con mi canal de Instagram (carade.pt) hace un par de años y muchas veces me contactan estudiantes, también algunas familias, aunque enfoco más mi contenido en el ámbito educativo y de la escuela inclusiva. Me escriben opositores o gente que está estudiando el grado para preguntarme dudas. También me escriben profesionales de otros ámbitos relacionados, se ha convertido en un espacio para compartir ideas y formación. Hace unas semanas estuve hablando con una educadora social sobre por qué no hay educadores y educadoras sociales en las escuelas. Quiero reivindicar que me parece increíble que a estas alturas no exista esta figura en las escuelas salvo en algunas Comunidades Autónomas cuando es algo súper necesario. Sus funciones no se asumen al no existir su figura en el aula y es algo muy importante para muchos asuntos como, por ejemplo, en la prevención del bullying. Este déficit se cubre con los PT o el resto de profesorado, y esto supone quitarte tiempo de otras cosas. Años atrás no me lo había planteado pero cuando llevas un tiempo en educación te vas dando cuenta de estas pequeñas carencias que van más allá de los contenidos y al ser menos visible no se les da importancia.

 

Por otro lado, hoy en día se está apostando por una inclusión plena en las escuelas. Antes el alumnado con dificultades o con necesidades especiales, salía del aula o se hacían grupos reducidos para trabajar lo que necesitasen trabajar. Ahora se trata de que se queden dentro del aula y que el trabajo de los PT se haga conjuntamente al de los profesores o profesoras de aula. El sistema educativo que tenemos hace que esto sea muy difícil de aplicar, se pierde la esencia de la pedagogía terapéutica y se convierte en un simple apoyo. Yo entro al aula ordinaria, el profesor o profesora está dando las explicaciones y yo tengo que estar en un rinconcito con mi alumnado intentando seguir la clase o trabajando lo que yo considere pero apartados y en silencio. Estamos en el mismo sitio pero no estamos incluidos, no podemos seguir el mismo ritmo ni estamos atendiendo a la clase, y así no ayudamos a la diversidad, hacemos lo mismo que hacíamos pero dentro del aula con el resto del alumnado. Hay que hacer un cambio de paradigma en la educación y que se acabe con las clases magistrales, que se deje de dar tanta importancia al currículum para que la inclusión sea efectiva. Sigue habiendo clases y estilos educativos que no son nada inclusivos por mucho que entre un PT dentro del aula. El alumnado con necesidades especiales no está siendo atendido como debe, ni está siendo integrado en el grupo. Tampoco defiendo que haya que llevarse siempre a este alumnado fuera del aula; debe haber inclusión pero no de esta manera.

 

Me gustaría proponer como alternativa que se valorase primero el tipo de clase que se está dando para ver si se puede hacer esa inclusión o no. Si vamos a estar en una clase magistral donde hay un profesor o profesora de 5o de Primaria explicando, por ejemplo, las formas verbales y yo tengo a una alumna con trastorno específico del lenguaje con la que estoy trabajando algo que necesita pulir, no sirve de nada que estemos en la misma clase mientras el profesorado continúa con la clase sin detenerse. No tiene sentido que yo esté ahí con mi alumnado con necesidades especiales si no pueden seguir la clase. Hay que darle otro enfoque a la sesión y que los dos profesores nos organicemos de manera conjunta para hacer una sesión más dinámica de la que podamos beneficiarnos y aprender los unos de los otros. Se deben programar estas sesiones previamente pensando en la atención a la diversidad, es algo complicado para lo que hacen falta muchas ganas y tiempo. Teniendo en cuenta que hay muchas funciones para las que debería existir esa figura no educativa como por ejemplo, un educador social, pero que somos las y los docentes los que estamos cubriendo ese espacio, no disponemos del tiempo necesario para preparar estas sesiones inclusivas.

 

El problema que hay en muchas escuelas es que se trabaja lo relacionado con el ámbito educativo pensando en el ámbito educativo como si fuese un concepto que va en exclusividad unido al currículum, pero la educación es un término mucho más amplio y no se refiere solo a contenidos. Lo que pasa siempre con alumnado con trastornos graves de conducta (otro tema clave que me preocupa), es que no se abordan desde el ámbito educativo. En las escuelas hay un orientador o una orientadora que suele visitar el centro una vez a la semana y tiene que pasar miles de pruebas, tiene que revisar a cientos de alumnos y alumnas, tiene que hacer miles de informes y no tiene tiempo. ¿Quién hace una intervención socioeducativa y psicopedagógica con ese alumnado dentro de las escuelas? Nadie. El profesorado no está formado para ello y necesitamos psicopedagogos, psicopedagogas y que los y las maestras especializados en estos temas podamos tener unas pautas del orientador o la orientadora para hacer una intervención dentro del aula. Sería adecuado contar con unos mínimos recursos para ayudar a este alumnado a que puedan seguir el ritmo de la clase. Lo que tiene que dejar de pasar es que por tener ciertos trastornos, suponga un abandono del sistema educativo. Hay ciertos niveles de gravedad y para estos casos existen centros específicos y unidades psicológicas terapéuticas, pero muchas veces el problema es que no contamos con la formación o los recursos suficientes para atenderles en ese lugar, no que un alumno o una alumna que no pueda estar integrada o incluida en un centro ordinario. Sí se podría hacer y con esto estaríamos marcando toda su vida ofreciéndoles esta atención específica.

 

Estos trastornos en edades tempranas muchas veces no están diagnosticados y a veces sabemos que hay un problema ya sea psicológico, de la personalidad, psicótico… que afecta a la conducta sin especificar cuál. Como no se le ha puesto el nombre y los trastornos que van más allá del autismo y el TDAH son más desconocidos para el profesorado, empezamos a etiquetar al alumnado mostrando una falta de empatía y de comprensión. Muchas veces hay trastornos de conducta que no se ven, les estigmatizamos por lo que hacen sin comprenderles y se lo hacemos todo más difícil y agravamos su problema de base.

 

Por todo esto, pido a los políticos de las Cortes Valencianas que se comprometan a que existan más figuras no educativas en las escuelas para abordar otros temas transversales, como terapeutas ocupacionales, educadores sociales, enfermeros, etcétera. Quiero reivindicar también que se trabaje para que exista la inclusión plena en las aulas con un cambio de paradigma (no solo de las leyes) y que se tenga una mayor empatía hacia los trastornos emocionales y de conducta en general, aunque no sepamos de dónde vienen.

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