Soy Andrea, tengo 31 años y soy superviviente del cáncer de mama.

Hace ocho años empecé a notarme un bulto en el pecho pero siempre me dijeron que no era nada y nunca llegaron a hacerme más pruebas. Cuando me mudé de Galicia a Alicante en 2018, cuando tenía 29 años, acudí a mi nuevo médico porque tenía una piedra que me ocupaba medio pecho y que crecía muy rápido. El doctor decidió hacerme una biopsia por la que me diagnosticaron finalmente un cáncer de mama muy avanzado. 

Debido a la tardanza en la detección del cáncer, me dieron un tipo de tratamiento muy agresivo con el que sufrí mucho. Se me juntaba el malestar de una quimio con la siguiente y ahora como secuela tengo un brazo con muy poca fuerza.  Además, debido a la radioterapia, la piel del pecho afectado la tengo muy quemada internamente por lo que no he podido ponerme una prótesis mamaria aún. Primero tengo que someterme a un injerto de piel de mi espalda. 

En esos momentos, como he dicho, me estaba mudando de ciudad siendo madre soltera y empezando a trabajar en un nuevo puesto. Al poco de empezar me diagnosticaron el cáncer y me despidieron.
Gracias a mi familia y a mi mejor amigo con el que vivía pude salir adelante. Por ejemplo, no podía permitirme en esos momentos comprarme una peluca que para mi, mi autoestima y mi bienestar emocional era imprescindible. 

Estar agobiados por el cáncer ya es suficiente sufrimiento y malestar para nosotros como para tener que estar preocupados con temas de dinero. Por eso me gustaría utilizar esta plataforma para que los políticos se comprometan a regular que no sea legal despedir a una persona que padece cáncer.