Mi nombre es Andrés, tengo 21 años, soy estudiante de Integración Social y he vivido en Los Rosales (A Coruña) desde que tengo memoria.

El pasado fin de semana, en la fiesta de mi barrio con mis amigas, se nos acercaron dos chicos a pedir tabaco, a lo que respondí que no tenía. “¿Cómo que no, maricón de mierda?”, me dijo uno de ellos. Antes de poder reaccionar, me lanzó un puñetazo que me rompió el labio e hizo que me sangrara la nariz. Mi amiga intentó defenderme y recibió una amenaza de que la dejarían en coma.

Los chicos corrieron, y nosotros intentamos ir en su búsqueda. Lamentablemente, la odisea recién comenzaba. Nos acercamos a un coche de policía que nos dijo que no podía acercarnos a la comisaría, por lo que llamé a mi madre. Fuimos al hospital a pedir un parte de lesiones y luego a tramitar la denuncia. 

Hace unos días, me llamaron para ampliar la denuncia. La policía me dijo que no tenían nada y que buscara al autor por mi cuenta a través de redes sociales. Me sentí abandonado, porque la policía en teoría es la que debería ayudarme. Por suerte, una asociación de A Coruña me arropó y me consiguió un abogado. 

Siento mucha impotencia por no saber quiénes fueron los que me hicieron esto. Me duele pensar en qué va a ser lo siguiente, temo que ocurra otro asesinato, como el de Samuel. Al andar por la calle en la noche me pongo nervioso, pero sé que tengo que seguir viviendo. Pienso, mejor que me maten por algo que soy, que por lo que no, pero me acojona ir por el mismo sitio donde me agredieron. 

Nos están matando, y por ello me dirijo a los miembros del Parlamento de Galicia para exigir nuevas políticas en contra de la LGTBIfobia, para que situaciones como la mía no pasen sin consecuencias. ¿Este es el precio que hay que pagar por ser diferente a lo normativo? ¿Tengo que tener miedo a que me insulten por llevar pintalabios o rímel? 

¡Basta ya de la impunidad frente a los ataques homófobos! No tenemos por qué esconder quienes somos.