Hola, me llamo Ángela, tengo 34 años y, actualmente,  tengo dos hijas, aunque podrían haber sido tres. En 2017 me quedé embarazada por primera vez, aunque aquella vez nada salió como esperábamos. Escribo este texto en Osoigo porque considero que es fundamental hablar del aborto dejando dejando de lado los tabúes y los remordimientos que nos acompañan a las que lo sufrimos. 

Cuando me quedé embarazada por primera vez me detectaron un posible Síndrome de Turner, cosa que hacía que las probabilidades de aborto espontáneo crecieran, al mismo tiempo que también lo hacían las de que mi futuro bebé pudiera venir con algún problema grave de salud. El ginecólogo que me llevaba tanto en el hospital público, como en una clínica privada, me realizó por la vía pública la amniocentesis y tardaron en darme los resultados aproximadamente dos meses. Los resultados eran correctos, sin embargo, yo no estaba 100% segura de que estos resultado fueran del todo concluyentes, por lo que decidí hacerme más pruebas por la vía privada con el mismo ginecólogo. 

Tras estas pruebas que confirmaban que mi futuro bebé tendría graves problemas de salud,  apareció en mi mente la opción de abortar. Sin embargo, a mi ginecólogo no le pareció una buena opción. Esto supone algo terrible para la salud mental de una mujer que es consciente de que probablemente vaya a perder a su futuro bebé. 

Acto seguido, fui a otro ginecólogo por la vía privada en el que presenté los resultados de las pruebas que me había realizado el anterior “profesional”. Finalmente, y con el plazo de tiempo permitido para proceder al aborto voluntario llegando a su límite, decidí llevar a cabo la interrupción de mi embarazo. Fue un proceso muy, pero que muy, duro. Quise poner una reclamación al Hospital de Elda, pero no me vi con fuerzas, quise vivir mi luto de la manera más tranquila posible. 

Por suerte, tanto mi pareja como yo, no perdimos la esperanza y seguimos intentándolo. También por suerte, me quedé embarazada poco tiempo después de mi primera hija y un año más tarde de mi segunda. Por esto, me siento muy afortunada. Sin embargo, sigo teniendo la necesidad de dar voz a mi caso relacionado con el aborto voluntario, ya que muchas mujeres que pasan por la misma situación que pasé yo hace cuatro años, se sienten incomprendidas por sus ginecólogos. 

Cuento mi caso para reivindicar el derecho de las mujeres a decidir cómo, cuándo y en qué condiciones somos madres. Me parece horrible que médicos, en este caso ginecólogos, de la sanidad pública intenten convencer a las embarazadas para que no interrumpamos nuestro embarazo, anteponiendo sus ideales a nuestra salud física y mental. Con todo esto, me gustaría que las instituciones conozcan mi caso, que es el de muchas otras mujeres, y pongan cartas en el asunto. Soy consciente de que la mayoría de profesionales de la salud llevan a cabo su trabajo de una manera ética y procedente, sin embargo, considero que no deben tener un puesto público aquellos sanitarios que procedan bajo una ideología que poco tiene que ver con la salud de las personas.