Mi nombre es Artiom, soy de Madrid, tengo 25 años y padezco Trastorno Bipolar desde hace más de diez. Desde hace unos años he estado estable y haciendo vida normal. Sin embargo, desde que empezó el confinamiento mi situación se ha agravado, llegando a tener hasta pensamientos suicidas. Por este motivo, siendo consciente y agradecido de haberme mantenido con vida, quiero contar mi historia.

Mi relación con el Trastorno Bipolar fue una cuestión hereditaria, ya que mi madre también había padecido depresión clínica en algunas ocasiones. A los 14 años empecé con ello y, con el tiempo, factores familiares y económicos agravaron mi situación.

A los 18 me confirmaron el diagnóstico de Trastorno Bipolar. Tan pronto recibí el diagnóstico, intenté quitarme la vida. Un día que estaba solo en casa, me tomé 125 pastillas de somníferos. Ese día mi tía (con quien vivo) terminaba su trabajo a las 10, pero por casualidad regresó a casa más temprano, encontrándome todavía con vida. Fui referido al servicio de Salud Mental, donde me proporcionaron todo tipo de servicios para mejorar mi estado, desde terapias psiquiátricas, sesiones con trabajadores sociales y todo tipo de ayudas. 

Poco a poco, fui ganando estabilidad y, durante estos últimos 4 años, he estado haciendo una vida normal. Me he dedicado a la música durante muchos años, empecé a estudiar Economía en la Universidad (que ya estoy a punto de terminar), hablo 6 idiomas y he tenido una buena vida social. A veces he tenido malos pensamientos durante estos años, pero ha sido algo que he podido controlar. 

Con el confinamiento, todo este esfuerzo por mantener la estabilidad se ha echado a perder. Si esta situación es difícil para todos, todavía lo es más para las personas que sufrimos trastornos mentales. Estar encerrado me ha supuesto mucho estrés y ha roto con mi rutina, mis actividades académicas, el deporte y vida social que he estado haciendo todo este tiempo. He pasado 4 días sin comer y sin querer levantarme de la cama, no veo un propósito para ello. Sigo tomando mi medicación, pero no me hace efecto estando confinado. Lo único que me ha dado fuerzas para seguir adelante ha sido el contacto con mis amigos. Además, he estado acompañado con la sensación de fracaso de ver que, lo que pensaba que ya tenía controlado desde hace años, teniendo una vida plena, se ha echado por la borda por culpa de esta situación. Todo ello me ha llevado a perder el control y tener pensamientos suicidas en varias ocasiones.

En una de ellas, intenté llamar a la Asociación Bipolar de Madrid para pedir ayuda. Por falta de tiempo y de personal, no me contestaron hasta al cabo de 5 horas. Podría haber ocurrido un desastre y ahora mismo no estaría contando esto. 

Los trabajadores de la Salud Mental se encuentran en una situación precaria. Muchos de ellos hacen largas jornadas y están muy mal pagados, lo que repercute a nuestra salud, la de los pacientes. Se trata de grandes profesionales dispuestos a ayudarnos, pero sin suficientes recursos para que nosotros podamos ser atendidos adecuadamente. Están haciendo una labor tremenda, pero están desbordados y en situación muy precaria. 

Las personas con tastarnos mentales hemos sido los grandes olvidados de esta crisis. Hay miles de personas en mi misma situación que están sufriendo mucho. Esta crisis pasará, pero a nosotros nos puede causar daños irreparables. Necesitamos estar en manos de profesionales con suficientes recursos para poder atendernos. 

Pero este motivo, siendo de Madrid, me dirijo a los políticos de la Asamblea de Madrid para que se refuercen los fondos destinados a mejorar la calidad de vida de las personas con trastornos mentales, ya que ahora necesitamos más atención que nunca.