Pregunta para Cortes de Castilla-La Mancha

Me llamo Carol y sufrí una negligencia médica que desembocó en el fallecimiento de mi hija. ¡Dar a luz es el mayor acto de felicidad para las madres y necesitamos que existan protocolos eficaces para que no sufra más ninguna mujer, ni sus bebés!

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Carolina Rodríguez Pregunta de Carolina Rodríguez

Hola. Me llamo Carol, tengo 47 años y hace 15 años sufrí un episodio de negligencia médica que desembocó en el fallecimiento de mi hija. 

Yo tuve un primer embarazo que, aunque casi todos los meses estuve vomitando, lo llevaron muy bien. Aun así, tuvieron que hacerme una cesárea

Posteriormente, me quedé embarazada de mi segunda hija. Yo iba a mis revisiones por la Seguridad Social cada 3 meses, pero también acudía a especialistas privados puesto que consideraba que necesitaba más seguimiento.

Empecé a ir a la consulta privada de un doctor bastante conocido en Toledo. Fueron 40 semanas donde todo fue perfecto. De hecho me hicieron una ecografía 4D y estuve viéndole la cara a mi hija, bostezando, etc.

Salía de cuentas un 30 de septiembre y, ese mismo día por la mañana, me tocaban monitores. Fui, me revisaron y me dijeron que tenía el cuello del útero muy verde, así que creían que no estaba de parto. Por otro lado, el doctor privado que me estaba viendo, siempre me había dicho que mi hija estaba perfecta, pero que venía muy grande y con poco líquido amniótico, así que, cuando rompiera aguas, me tenía que ir directamente para el hospital. 

Aun así, como me habían dicho que no estaba de parto, me mandaron para mi casa, pero esa misma noche rompí aguas, así que de nuevo me fui rápidamente para el hospital. 

Cuando llegué, me miraron y me dijeron que seguía estando muy verde. Ante esto, les dije que me había dicho un doctor que tenía poco líquido amniótico, pero no me hicieron caso. Me pusieron antibiótico y me subieron a planta. 

Por la noche comenzaron a darme las contracciones y una de las enfermeras -eran todas maravillosas- me dijo: “Vámonos ya para abajo” (para intentar comenzar ya con el parto), pero cuando bajamos estaba una doctora, también muy conocida, que me miró y me dijo: “Buah, para que la traéis, si esta chica está súper verde. Subirla a planta”. Así pasaron muchas horas en las que las contracciones cada vez iban a más. Yo recuerdo que una enfermera me daba una gasa y me decía que mordiera para intentar aliviarme un poco. 

A las horas, me volvieron a bajar con esta misma doctora y su respuesta fue: “¿Qué haces aquí otra vez? ¡Qué quejicas sois algunas!”. Recuerdo que yo lloraba mucho, no aguantaba más, tenía muchísimos dolores y nadie me hacía caso. Además, ya tenía contracciones cada 3 minutos. 

Así estuve bastante tiempo, casi 24 horas, hasta que, en una de las veces que me bajaron, entró un chico joven y me preguntó que qué pasaba. Le dije que llevaba más de 24 horas allí y no me estaban haciendo caso. Para mi sorpresa, me miró y me dijo: “¿Me estás cuestionando mi trabajo? Porque si me estás cuestionando mi trabajo, aquí acaba todo. Te pongo medicación y revientas tú y tu hija”. Esto lo puedo decir ahora después de 15 años de terapias psicológicas. 

Este chico salió por la puerta y fue a buscar a la doctora que me había visto anteriormente. Cuando llegó dijo: “Llama al anestesista y que le pongan la epidural”. Así fue, cuando llegó el anestesista me dijo que me iba a poner algo que iba a hacer que me relajara un poco y pudiera descansar. Yo estaba tan cansada que me quedé ‘frita’ unas horas hasta que a las 6 de la mañana empezaron a darme contracciones de nuevo. 

Todo fue surrealista porque nadie quiso ayudarme en primera instancia. De hecho, cuando empezaron esas contracciones, la doctora volvió a venir, me miró y me dijo: “¿Todavía sigues así de poco dilatada?” Y se fue. Y es más, tan solo 2 horas después, a las 8h de la mañana, vino de nuevo y me dijo: “Yo me voy que mi guardia ya ha acabado”. Y me dejó allí dándole igual mi estado. 

Pero lo peor llegó justamente después. A las 8 y pico de la mañana entró una nueva doctora que me hizo un tacto. Me pusieron monitores y, de repente, entró una matrona que empezó a chillar diciendo que mi hija tenía una bradicardia. Ahí empezó la pesadilla. Empezó a venir gente corriendo, uno se me subió encima, fórceps, etc.

Con todo lo que estaba pasando mientras intentaban ayudar a mi hija, a mí me rompieron el útero y, en aquel momento, me estaba muriendo desangrando. Gracias a la vida y a la suerte, en ese momento, entró el doctor que me había estado viendo en las consultas privadas durante todo mi embarazo y él fue quien me salvó. 

Yo recuerdo muchísimos gritos y ver a este doctor entrar de repente, cogerme la mano y decirme: “Carolina, estás muy grave. Voy a hacer todo lo que pueda para salvarte a ti y a tu hija. Cuando te diga empuja todo lo que puedas”. Mientras, por otro lado, yo escuchaba: “Tenemos que hacer algo con esta mujer, solo tiene 32 años. La niña se va a morir”. Fue horrible todo el proceso, pero aun así, pudieron hacerme una cesárea vaginal para que mi hija pudiera salir. Después caí rendida hasta que me desperté en la UCI unos días después. 

Nadie me decía nada sobre el estado de mi hija, pero yo veía las caras de tristeza -había quedado en estado vegetal-. Fui a verla y fue muy duro porque mi pequeña estaba llena de cables. Era la situación más complicada de mi vida. 

A los días, después de hacerle transfusiones de sangre y demás, vino una pediatra y me dijo que iba a venir una experta a hablar conmigo. Esta experta quería que donara los órganos de mi hija y me negué porque ya habíamos denunciado toda la situación y el abogado me dijo que no podía dar nada porque la autopsia sería una parte importante en el juicio. Todo era horrible, porque mi hija estaba todavía viva, pero yo ya tenía que hacer esos trámites. Ahora siento muchísimo no haber podido donar los órganos de mi hija y haber podido ayudar a otros niños que los necesitaran. 

Finalmente, me dejaron estar un rato con mi hija y me mandaron a casa. Al rato entró mi marido, le vi la cara y le dije: “¿Ya, no?”. Desgraciadamente la desconectaron. 

Después de mucho tiempo, hemos conseguido que en el juicio se considere negligencia médica. Ha sido difícil porque hemos tenido que llevarlo al Supremo, pero era un derecho que tanto mi hija como yo teníamos. Yo no quiero que me hablen de dinero, a mí me han quitado la vida de mi hija. 

Por todo lo plasmado, lanzo la siguiente petición a las Cortes de Castilla La Mancha para que existan protocolos eficaces orientados a atender, en su totalidad, a las mujeres que estamos en proceso de parto, sin que sufran ellas ni el bebé. 

Queremos que, cuando vayamos a parir, nos traten como seres humanos. Ese es el día más feliz de tu vida y, dependiendo de cómo te traen los profesionales sanitarios, puede convertirse en el fantasma de tu vida. Para mí ese dichoso día sigue siendo terrorífico y un calvario. 

Parir es el mayor acto de dolor, pero el mayor acto de felicidad para las madres. Es lo que nos llena la vida. Por eso son necesarios los protocolos, para que, en el momento en el que se complique cualquier cosa, exista una unidad específica preparada para atender y solventar cualquier contratiempo. 

De igual forma, es necesario que las mujeres sepan que hay que seguir luchando para que estas situaciones no vuelvan a pasar, pero si te llegara a pasar, hay que denunciar. Son tus derechos, es tu vida y la de tu bebé, así que si alguien en el sistema no te trata bien, habrá que cambiar esa parte del sistema. 

Por último, es fundamental la ayuda psicológica por parte de la Seguridad Social tanto para la madre como para los familiares que así lo requieran. Esto es algo prioritario que hará que en el futuro no entremos en una oscuridad mental por lo sucedido. 

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