Pregunta para Asamblea de Madrid
Soy Catherine, y he superado dos linfomas, ¿por qué no se facilita más información sobre la donación de médula?
Cuando con apenas 26 años me dieron una semana de vida, el mundo se me vino encima.
Todo comenzó por unos fuertes dolores de estómago que me obligaron a acudir a urgencias. Estuve 11 largas horas en quirófano y una semana hospitalizada hasta que pudieron darme el alta. Yo estaba sola, y no hacía más que oír a los médicos ir de arriba para abajo farfullando “Es imposible que esta chica tenga esto”, pero nadie me decía nada.
Todo lo que alcancé a saber fue que extrajeron un tumor que contenía en su interior numerosas cápsulas con más tumores. Algo así como una matrioshka.
Cuando a los días pude acudir a la consulta del médico para que me diera los resultados de la intervención, su respuesta fue rotunda: tienes un Linfoma Folicular No Hodgkin en estadio 3 plus. Allí mismo me explicó que este tipo de cáncer, cuando se encuentra en estadio 4, es metástasis y, por tanto, irreversible, así que con contundencia me aseguró que de no empezar la quimioterapia en seguida me quedaría una semana de vida.
Entonces empecé a ser una cobaya en un laboratorio. Probaron conmigo y mi caso todo tipo de alternativas, siendo a la vez tratada con quimioterapia. Y así durante tres años. Primero todos los miércoles de la semana, y luego cada 22 días.
Cinco años después de que me dieran el alta, con revisiones primero semestrales y luego anuales, hubo un momento en el que las manos comenzaron a dolerme, y las uñas se me pusieron moradas. No le di importancia, y mi intención era que el traumatólogo me viera y que la cosa se quedara ahí, pero coincidió con una de mis revisiones anuales con el oncólogo, y él consideró oportuno hacerme un chequeo completo para descartar complicaciones.
De nuevo, una segunda sacudida en mi vida. En marzo de 2019 volvía a tener un Linfoma Folicular No Hodgkin, y esta vez era más agresivo que el anterior y, por ende, con quimioterapia aún más fuerte.
Fue entonces cuando me practicaron un trasplante autólogo de progenitores hematopoyéticos, es decir, un autotrasplante. Pero la historia no termina ahí: durante el aislamiento posterior al autotrasplante, enfermé a causa de una infección pulmonar. Fue la segunda vez que me dijeron que, probablemente, no saldría. Pero, francamente, me venía muy mal morir aquella semana, así que salí para adelante y hoy estoy aquí más fuerte que nunca.
Tuve la posibilidad del autotrasplante, en más de un 75% de los casos, se precisan donantes externos. Es por ello que se hace imprescindible que las personas sanas se hagan donantes de médula, pues son muchas las vidas que, gracias a ellos, tendrán una segunda oportunidad. Exactamente como me ocurrió a mí hasta en dos ocasiones.